Por Alfredo Bielma V.
Entre las variables que concurren para que se produzca una alternancia política se encuentran el descontento ciudadano, el enojo social, la desigualdad social etc. Esos elementos no son producto de generación espontánea pues en su génesis y desarrollo intervienen diversos factores, los económicos y políticos son los de mayor influencia. Tampoco son frutos de temporada corta, pues están sujetas a lo que la doctrina del materialismo dialéctico categoriza como la “maduración de las circunstancias”. La Revolución Francesa, la de Rusia y la Mexicana, son muestras clásicas porque en las raíces que les dieron origen se transparenta un largo periodo de incubación.
En México, el proceso de democratización política y electoral se implementó sin convulsión social, sí entre brotes de descontentos y luchas cívicas en el orden municipal de gobierno, que fue la plataforma desde donde se desplantaron los brotes de la alternancia en nuestro país. No obstante su hegemonía, el PRI-gobierno reconoció derrotas en elecciones municipales y legislativas desde su origen como partido, hay registros de eso durante el periodo de gobierno de Miguel Alemán Valdés, el primer candidato presidencial priista. Las derrotas priistas en el ámbito municipal fueron escalando en importancia, es subrayable el triunfo de la Unión Cívica potosina, del doctor Salvados Nava en San Luis Potosí, en 1958. Después Mérida con Correa Rachó, Ciudad Juárez, Chihuahua, Monclova etc., hasta la alternancia con el PAN en el gobierno estatal de Baja California, en 1989.
Luego, el PRD dio el campanazo en 1997 al ganar el gobierno del Distrito Federal, esa década finisecular cerró con broche de oro con la transición en el gobierno federal, en 2000. A partir de ese sismo político de dimensión nacional se comenzó a hablar de un cambio de régimen como una realidad, Fox lo enfatizaba, pero no fue así, obviamente. Sin embargo, las compuertas de la alternancia se habían abierto de par en par y la correlación de fuerzas políticas cambió paulatinamente ya sin tope alguno, todo caminaba en proporción directa a la disminución política del PRI.
Así ha sido la evolución política de México, gobiernos en alternancia pero con similar modelo económico. La década de los 90 del siglo XX registra intensa participación ciudadana para democratizar al país, esos debates se reflejaron en afortunadas reformas electorales, pioneras en la creación de órganos autónomos para procesos electorales confiables (IFE, Tribunales de la materia, Derechos Humanos etc.).
El nuevo esquema electoral dinamizó la oposición política, el PAN gobernó al país 12 años y el PRI recuperó la presidencia en 2012. Mientras, el caldo de cultivo para los pescadores del poder germinaba en la corrupción, la pobreza extrema, la impunidad, el enojo popular, en donde metieron su cuchara con singular fruición los opositores al régimen, López Obrador el primero, con gran experiencia electoral, para la organización de cuadros para la resistencia y la movilización, y permanente presencia en el territorio nacional. El escenario social nutrió su discurso: todo contra la corrupción y el mal gobierno, el llano se mostraba propicio para impulsar el cambio.
En ese caldo de cultivo pescaron los actores políticos de la oposición, Miguel Ángel Yunes Linares en Veracruz, en 2016 y Andrés Manuel López Obrador en 2018, en la república mexicana. En Veracruz, como en todo el país, el denominador común fue la corrupción de sus gobernantes, el crecido número de veracruzanos en condiciones de pobreza, combinadas con la inseguridad y la impunidad al tope, y Veracruz lo ganó el PAN, a costa del significativo desgrano de la mazorca priista.
En agosto de 2017 escribimos: “A simple vista, es posible advertir el favorable posicionamiento de la figura de López Obrador en el ánimo de la población mexicana, muchos son los motivos que lo explican: el enojo social, la larga campaña de López Obrador por el territorio nacional, la corrupción practicada y exhibida por la clase política en el poder, priista, perredista y panista, la bajísima aceptación de Peña Nieto en el imaginario ciudadano del país, las expectativas de cambio ofrecidas por López Obrador. Si las va a cumplir queda en la hipótesis, así ocurrió cuando Fox ofreció a México un cambio de régimen, no fue así, pero una vez votado es como el golpe dado, “ni Dios lo quita”.
Ya es presidente de México Andrés Manuel López Obrador, su propósito fundamental radica en desmantelar un régimen para dar lugar a otro, a esa tarea dedica sus incansables afanes, y poco a poco su picota destruye los cimientos del edifico político construido durante el siglo XX mexicano, a la manera del PRI. En esa dirección van sus acciones, de las cuales ya ha cumplido 78, unas pertenecen al marco normativo, otras a la implementación de metodología diferente como forma de gobernar, la austeridad una de ellas, el denuesto contra el adversario para ablandar terrenos difíciles, porque un nuevo régimen no se instala rezando ni sembrando flores. Debilitando al INE, por ejemplo, las elecciones serán más “tersas” a favor de su partido; hubo granaderos, ahora hay Guardia Nacional, ¿quién garantizará después los procesos electorales? Los votos le dieron mandato al Peje, ahora está en la etapa menos difícil, la de derribar un régimen, ¿podrá construir uno mejor? Hay que decirlo: lo que hasta ahora se observa no es halagüeño.
5-julio-2019