Camaleón

Desde que asumió formalmente las riendas del poder de este país, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador no ha tenido pausa ni calma, pues en cada semana, de cada uno de los ya casi ocho meses de haber iniciado se han presentado serios problemas, algunos de los cuales son atribuibles al aprendizaje, otros son derivados de la muy natural resistencia al cambio de estructuras y formas de un régimen que el presidente ha anunciado que va a sustituir por uno nuevo. Obviamente, en la génesis de esos problemas también lleva parte el exceso en la implementación de políticas públicas sin sustento en la realidad, como lo señaló el recientemente renunciante Carlos Irzúa.

Hay hambre de cambio, voluntad transformista en un gobierno que da la apariencia de que solo el titular del ejecutivo trabaja, aunque detrás del telón hay todo un ejército de seguidores haciendo labor de hormiga en la demolición del antiguo régimen e implementando propósitos diseñados por el líder de ese movimiento. Una clara manifestación de esto se encuentra en la Oficial Mayor de la Secretaría de Hacienda, a cuyo encargo está imponer la austeridad mecanizada en la instrumentación de recortes sin discriminación, reflejados en el episodio del desabasto de gasolinas y la dramática falta de medicinas en hospitales públicos, entre otros efectos. 

Entre las bases en que se apoyan las acciones transformadoras están el 53.2 por ciento de los votos válidos en julio de 2018, porque se obtuvo el control mayoritario en la Cámara Federal de Diputados y el control (con mayoría absoluta o relativa) en la mayoría de los congresos estatales. La contraparte legislativa opositora se reduce al senado de la república, donde con mucha faena operativa ha impedido la libre ejecución de los cambios legislativos para el nuevo marco normativo ad hoc a sus propósitos de la 4T. Pero esa oposición, hasta ahora eficiente, es pírrica, por su raquítico e inestable inventario. El PAN tiene 24 senadores; el PRI, 14; Movimiento Ciudadano (MC), 8; y el PRD, 5, además de un independiente. Esta configuración, temen en el PRI y sus eventuales aliados camerales, pudiera sufrir un fuerte desgarre si quien gane su dirigencia nacional decide incorporarse, “pragmáticamente”, al tren del cambio. ¿Alejandro Moreno, aliado de AMLO?

Pero hay muchas razones por las cuales al presidente le urge aplicar las medidas para la transformación, el tiempo es una de ellas, la otra es inherente al mesianismo de López Obrador a quien la gente aún sigue a ciegas, pero se vislumbra, y él así lo percibe, que esa fe no es para siempre, la culpa es del desgastante ejercicio del poder.

No es solo obra del voluntarismo la urgencia de conseguir la aprobación para someterse al proceso de revocación del mandato en 2021, la realidad arroja estos datos: Morena aún no está consolidado como el gran partido político que requiere toda transformación política como sustento político electoral, se conforma de un pluralismo amorfo y no por nada es preocupante,  como se podrá advertir en el proceso de renovación de la dirigencia formal de Morena, ¿a quién de entre Berta Lujan o Mario Delgado elegirá López Obrador para dirigir a Morena? ¿Y qué van a hacer con Alejandro Díaz Rojas Durán? Porque Morena sin López Obrador en la boleta electoral no es la aplanadora que aparenta ser.

Y en ese andar del cambio el presidente advierte que en su entorno pocos están capacitados para hacerle segunda y acompañarlo acompasadamente en su ritmo. Por ejemplo, ni en Morelos ni en Veracruz puede confiar porque sus gobernadores o están maniatados por las difíciles circunstancias que les impone la inseguridad y/o adicionalmente carecen de capacidad operativa, más significativamente en Veracruz donde el arado no surca, el autobús aún no abandona la estación, el tren no marcha y el avión no despega.

Al parecer tampoco en Baja California, en donde no por absurdo y aberrante deja de preocupar el golpe legislativo que amplía a cinco años un periodo de gobierno votado a dos, porque refleja aspiraciones políticas que burlan a las instituciones democráticas del país e inherentemente a la voluntad ciudadana de Baja California, donde se produjo esa “corrección”, según la califica Jaime Bonilla, gobernador electo por Morena, y principal beneficiado por el bodrio legislativo en comento. La ironía política radica en que quienes cometieron esa desfachatez son diputados del PAN, del PRI, de Movimiento Ciudadano y de Morena, que en inexplicable consenso votaron la reforma antes dicha. Despierta inquietud porque el ejemplo pudiera extenderse a la esfera nacional, aunque el presidente López Obrador descarta que así vaya a ser, porque “no somos iguales” a los de antaño, olvidando o evadiendo que esto sucede durante su mandato y que nunca fue visto en el régimen que tanto critica. Para acabarla, la señora Polevnsky, dirigente nacional de Morena, asegura que ese atentado legislativo “lo pidió el pueblo”, obviamente debe referirse al “pueblo bueno y sabio”.

Mientras tanto, la realidad económica impone su metálico ritmo, demostrando que en un mundo globalizado imperan las reglas del neoliberalismo, que en no pocas ocasiones doblegan los propósitos nacionalistas de líderes a la usanza de López Obrador. En ese entorno, los lobos “neoliberales” de quienes no quiere depender, ni ver ni escuchar, esperan del gobierno mexicano el Plan de Negocios de Pemex que en esta semana habrá de exponer el Secretario de Hacienda mexicano. Es importante porque las calificadoras aguardan interesadas para dar su veredicto, y porque también estará en juego el futuro del proyecto de la refinería de Dos Bocas, sin duda.

El presidente López Obrador experimentará, una vez más, como ya lo sufrió con su política migratoria, las dificultades implícitas en su relación con el mundo, porque no todo es Macuspana, ni se reduce al Edén.

alfredobielmav@hotmail.com

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