No todo lo que resiste apoya
ALfredo Bielma V.
La nueva configuración de fuerzas políticas provocada por los resultados electorales de 2018 es un proceso que aún no concluye, o al menos no ha permanecido en estado quieto debido a un efecto similar a la tercera Ley de Newton: «Por cada fuerza que actúa sobre un cuerpo, éste realiza una fuerza igual, pero de sentido opuesto sobre el cuerpo que la produjo”. Así está sucediendo con las acciones emprendidas por el presidente López Obrador para instalar un nuevo régimen, que al insertarse en la realidad generan reacciones en contrario de quienes consideran afectados sus intereses y no están de acuerdo con la forma de conducir al país por el nuevo gobierno. Lo destacable es que la reacción opositora no proviene de los partidos políticos, sino de organizaciones surgidas de la sociedad civil, empresarios fundamentalmente, que están llenando el vacío ahuecado por la inactividad de los partidos políticos de oposición. En ese concierto, no es desestimable la carta de seis ex secretarios de salud pidiendo al gobierno se reflexione lo relativo al seguro popular, si bien a quienes la suscriben no les inspira vocación de oposición política, manifiestan preocupación por el rumbo que toma el país.
Más directa y expresivamente opositora es la COPARMEX cuyo liderazgo está activando acciones para integrar cuadros políticos afines a un Proyecto de Nación que difiere del propuesto por AMLO. No es para ignorarse esta fuerza político-económica, que ya en otras etapas del México posrevolucionario ha intervenido con su código propio, representando el histórico enfrentamiento entre los dueños del capital y el poder político que en la etapa del neoliberalismo habían venido conviviendo logrando un genuino crecimiento económico, aunque ciertamente sin derramar la riqueza más allá de sus propios límites. Y en esto último radica la postura presidencial, que consiste fundamentalmente en la combinación de crecimiento económico con desarrollo social, es decir, realizar una mejor y más equitativa distribución de la riqueza.
Y en esto cobra vigencia la frase reyesheroliana: “la forma es fondo”. Aquí tienen mucho que ver los ofrecimientos del actual presidente en campaña y la forma en cómo pretende cumplir los que le sea posible convertir en realidad. “Creceremos al 7 por ciento”, “el problema de Chiapas los resolveré en 15 minutos” eran frases que sustanciaban la campechana oratoria de Vicente Fox y que “el pueblo sabio” festejaba. “creceremos al 6 por ciento”, “el ejército volverá a sus cuarteles”, hacía énfasis en que la violencia, casi en automático terminaría si ganaba, lo dijo al pueblo de México López Obrador con su coloquial discurso, y lo convenció de manera abrumadora.
Ya es presidente de México Andrés Manuel López Obrador y se está encontrando con una realidad muy distinta a la que encuentra en la plaza pública, ese ámbito en el que se mueve como pez en el agua, donde convive con la gente, cuya sonrisa entristecida y mano extendida en el saludo reclama justicia social. Pero AMLO está negado para el gabinete, el recinto desde donde se diseñan planes y programas, las políticas públicas ad hoc para sus propósitos, que deben estar limpias del tufo populista, buenas para el país y satisfactorias para la gente. Sin embargo, hoy convoca a los inversionistas a invertir por México y mañana los agrede con calificativos al por mayor, no es posible crecer sin inversión y sin crecimiento económico no hay desarrollo social.
Fueron “tecnócratas” quienes apoyaron a Ortiz Mena en la Secretaría de Hacienda (de 1958 a agosto de 1970) a implementar el modelo económico del “desarrollo estabilizador” que tanto festeja López Obrador, no solo por inspiración propia del Secretario de Hacienda de los presidentes López Mateos y Díaz Ordaz. Aquel era otro México, pasaba del ruralismo al urbanismo, la clase media se robustecía y nacía apadrinada desde el sector público la clase empresarial, el famoso por poderoso Grupo Monterrey era emblemático y con poder político. Nuestras exportaciones consistían en materias primas e importábamos bienes de capital, crecíamos al 6 por ciento con inflación del 2 por ciento. Era otro México, con recetas que intentadas ahora no pronostican éxito.
Antaño tampoco sufríamos la violencia que ahora asola al país, del costumbrismo romántico con aires bucólicos de aquel entonces hogaño convivimos con la violencia como costumbre. El ejército y la marina siguen y permanecerán por mucho tiempo en las calles del país, agrupadas en la Guardia Nacional, cruzamos los dedos porque esta nueva institución obtenga el éxito esperado.
El Coneval, valiosa institución autónoma que López Obrador amenazó con desaparecer, da a conocer su informe sobre la pobreza en México durante la década 2008 a 2018, en el entorno nacional registra 52.4 millones de mexicanos en condición de pobreza, apenas varió de 43.9% en 2008 a 41.0 en 2018. Para Veracruz los números son más dramáticos, ya que después de tres gobiernos estatales en el periodo de la medición su población en condiciones de pobreza pasó de 51.2% en 2008 a 61.8% en 2018, demostrando un total fracaso de la política social durante los gobiernos de Calderón y Peña Nieto, y en Veracruz de Fidel Herrera, Javier Duarte y Yunes Linares. Si se revisa el discurso en materia de desarrollo social de cada uno de estos “gobernantes” se encontrarán cifras multimillonarias “aplicadas” para abatir la pobreza, pero en realidad fue descarado latrocinio, que explica el enojo social que dio curso al triunfo de López Obrador y de Cuitláhuac García.
Pero está visto que conforme transcurran los meses emergerán del cuerpo social organizaciones sociales que rebatirán a la 4T el patrimonio de decidir por México.
Y, sin embargo, no todo lo que resiste apoya.
10- agosto-2019