Alfredo Bielma V.
Primer Informe
Como siempre, el informe presidencial levanta expectativas solo en determinados sectores de la población mexicana, porque el grueso de la población está más atenta a conseguir el diario sustento y con el Jesús en la boca rezando por la seguridad familiar. Son la Economía y Seguridad Pública dos asignaturas de las que no podrá presumirse en el informe que Andrés Manuel López Obrador rendirá a los mexicanos este domingo.
Aunque las apariciones cotidianas de López Obrador ante los medios de comunicación son fuente inagotable de información, empresarios de la industria, el comercio y el turismo, inversionistas extranjeros, banqueros, contratistas, agricultores, ganaderos, analistas sobre temas económicos y políticos, representantes de las diversas iglesias etc., están a la espera de lo que dirá el presidente de México el próximo domingo.
En los spots de promoción a su informe el presidente adelanta sus temas: ya no hay avión presidencial, el combate a la corrupción va viento en popa, desapareció el Estado Mayor Presidencial, Los Pinos ya no es la residencia presidencial, la austeridad ha fructificado en sustancioso ahorro, se creó la Guardia Nacional, se dio fin al huchicoleo y a la corrupción en las Estancias Infantiles, no va el aeropuerto de Texcoco, va Santa Lucía, también la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, casi un millón de Jóvenes disfrutan de becas del Programa “construyendo el futuro”, se distribuye la riqueza entre cientos de miles de pensionados, la política migratoria se cumple conforme a la ley, desaparece el Seguro Popular, porque “ni es seguro ni es popular”, y algunos etcéteras más.
Acaso no escucharemos que hubo un cambio drástico en la política migratoria impuesto por el gobierno de los Estados Unidos, y que acatamos los plazos establecidos allende el Bravo. Tampoco acerca del beneficio acarreado por la compra de las pipas para disminuir el huchicoleo, ni sobre el destino de los ahorros en el gasto corriente y de inversión pública que afectó seriamente al Sector Salud provocándole inhumano desabasto de medicinas e insumos para laboratorio y quimioterapias; difícilmente escucharemos el balance de costos por la suspensión del aeropuerto de Texcoco, que por sí sola equivale a lo que faltaba para su conclusión; y lo que quisiéramos escuchar es cómo se transparentarán las irregularidades evidenciadas en el programa Jóvenes Construyendo el Futuro.
Por supuesto, escucharemos sobre el acuerdo a que se llegó con las compañías constructoras de ductos de gas natural, como una demostración de la confianza de los inversionistas en la política económica del gobierno, pero se evadirá admitir que se resolvió un problema creado desde la CFE arguyendo contratos “leoninos”, desmentido esto por Carlos Slim el día del acuerdo publicitado en la mañanera, afirmando frente al presidente que “los contratos no son leoninos”, y obviamente no, de otra manera ¿por qué el acuerdo? A cambio, se presumirá un muy virtual ahorro de 4 mil millones de pesos, es decir, inexistente en la realidad.
Trago amargo será admitir que la inseguridad pública no ha disminuido, pero al igual que las purgas con aceite de ricino, lo acompañará atribuyendo culpas al ominoso pasado ofreciendo que la Guardia Nacional dará el resultado ofrecido. Igual o parecido será el trance de admitir que no se crecerá este año al dos por ciento (o quizás todavía insista en que lo alcanzará), pero escurrirá el golpe con el argumento ya conocido de que “hay desarrollo económico”, para referirse a la distribución del apoyo a jóvenes y a adultos mayores. Ciertamente, será difícil que aluda al cero crecimiento de la economía, por aquello de los parámetros de antaño, él tiene otros diferentes a la de los “técnicos”.
En el mensaje político los temas de trascendencia: revocación de mandato para noviembre de 2021, la llamada Ley Bonilla de Baja California y la Ley del Garrote de Tabasco merecerán posicionamiento presidencial, porque “México ya cambió” y “no somos iguales”, que son divisas para convencer, y sin duda convence, porque no es fácil en el actual entorno nacional concentrar el 69 por ciento de aceptación a una labor presidencial no exenta de subrayables claroscuros, aunque rica en retórica triunfalista.
Hasta antes de la desgracia de Coatzacoalcos, se conjeturaba que el presidente de México abordaría los resultados del Inegi sobre que el mexicano es un “pueblo feliz, feliz, feliz”, aceptando a conveniencia esto último, pero relegando que el “parámetro” del propio Inegi redujo a cero el crecimiento económico del país.
Pero la provincia también es México, y quienes vivimos en la aldea jarocha atestiguamos y sufrimos condiciones socioeconómicas y políticas bastante severas: comercio y turismo disminuidos, industria en estado quieto, sector salud en estado catatónico, porque ocupamos los primeros lugares en diabetes, obesidad, dengue, influenza, cáncer de mama, de leucemia, Sida; y en inseguridad somos vanguardia en secuestros, homicidios, extorsión, feminicidios, fosas clandestinas, y, peor aún, autoridades cuya curva de aprendizaje corre el riesgo de convertirse en circulo vicioso. Ojalá, el primer informe de gobierno presidencial fuera parte aguas de un antes y un después, lamentablemente, esto es solo una aspiración que en el contexto de nuestras circunstancias se asemeja a un sueño guajiro.