Confetti

VIOLENCIA FEMENINA

Por María del Carmen Delfín Delgado

Este año se ha caracterizado por movimientos sociales encabezados por mujeres, grupos que protestan por todo lo que, bajo su criterio, es degradante y atenta contra la dignidad femenina, por discriminación de género, por maltrato físico y sicológico, por violaciones sexuales, por acoso físico y laboral, por los asesinatos calificados como feminicidios. Se sienten inseguras en las calles, son asaltadas con mucha violencia, secuestradas y la mayoría de las veces asesinadas, abusadas en los medios de transporte y en sus escuelas, muchas veces hasta en su propio hogar.

Es por todos sabido que estos temores son bien infundados, la violencia contra la mujer es un hecho real en nuestro país desde décadas atrás, el machismo mezclado con la pobreza y la ignorancia son el medio de cultivo de muchas injusticias que el género femenino ha soportado en otros tiempos con resignación, pero hoy en día es la bandera de luchas cotidianas.

Pero también esta violencia no es exclusiva del hombre, nos encontramos con situaciones inversas, casos en que la mujer infringe maltrato verbal y muchas veces físico contra el varón, valiéndose de la premisa “a la mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa” y pegarle jamás; son menos los casos pero se dan.

La peor manifestación de violencia femenina se da contra su mismo género, se supone que las mujeres son o deben ser solidarias con sus iguales, sin embargo, el acoso, la burla y las agresiones de unas en contra de otras u otra cada vez es mas frecuente. Ocurre principalmente en las escuelas, en los centros de trabajo y la calle, en cualquier entorno social donde la convivencia es frecuente, mujeres discriminando y agrediendo verbal y físicamente a la compañera, a la vecina, a la trabajadora doméstica, a la indígena que vende humildemente su mercancía en la banqueta.

El famoso bulling parece ser la moda imperante, en los medios de comunicación han circulado muchas historias de niñas y jóvenes que han decidido suicidarse por no soportar la presión que acosadoras han ejercido sobre ellas, mujeres formando grupos poderosos con perfil de pandillas o simplemente dos o tres contra una sola, persiguen, insultan, acosan y en casos extremos golpean con el consecuente daño físico y, sobre todo, moral.

Esta rivalidad la da el poder, cuando una mujer es exitosa es mas territorial que el hombre, defiende su lugar, su estatus y es capaz de actuar violentamente, así también cuando otra se siente frustrada por el éxito de la compañera o amiga, reacciona en forma destructiva, actúa de manera negativa en contra de quien siente repudio. Es más frecuente escuchar a una mujer hablar mal, descalificar y criticar a otra mujer, entre los hombres es poco común esta actitud, por el contrario, muchas veces se protegen y se justifican unos a otros en alguna situación criticable.

La rivalidad entre los hombres se resuelve, desde la antigüedad, con los puños y después de este encuentro las diferencias quedan saldadas o por lo menos se suavizan o en el mejor de los casos se olvidan. Con las mujeres lo físico ocurre después de agresiones sicológicas como insultos, mensajes, difamaciones y la burla.

Si las mujeres quieren que se les valore y respete como lo merecen, deben empezar por hacerlo con su mismo género, no ejercer ni permitir que se infrinja la violencia de todo tipo contra su igual, recordar que el género femenino se caracteriza por  formar y mantener el núcleo familiar unido durante milenios, demostrar solidaridad, empatía, amor, sacrificio y mediador cuando se requiere. Es tiempo de justicia pero también de analizar y reflexionar sobre su propia misoginia.

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