ALGUNAS REALIDADES QUE GENERAN DOLOR
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
El pasado 29 de junio de 2020 el Episcopado Mexicano ofreció el mensaje
“ABRAZAR A NUESTRO PUEBLO EN SU DOLOR”. Los obispos se dirigen a
todos los fieles y personas de buena voluntad, envían un mensaje de cercanía ante el dolor, comparten una palabra profética y esperanzadora a partir de varias realidades que a continuación mencionamos. El mensaje completo se puede consultar en el sitio oficial del episcopado mexicano (https://www.cem.org.mx/ ).
LOS ENFERMOS Y VULNERABLES. La cifra de personas enfermas y fallecidas a lo largo y ancho del territorio nacional sigue en aumento. En el caso de las víctimas del COVID-19 se necesita proporcionar información sólida y transparente sobre la extensión del contagio y su evolución así como del número de muertes que causa. Será oportuno que la aplicación de pruebas sea amplia, constante y expedita.
La crisis sanitaria que padecemos ha evidenciado en nuestro país la necesidad de fortalecer el sistema de salud, la falta de insumos suficientes a los asistentes sanitarios, y la urgencia del acceso a los servicios de salud para todos.
Se ha hecho particularmente visible el papel insustituible de la familia y su
capacidad extraordinaria para proporcionar cuidados a los enfermos y a los más vulnerables. Es fundamental, que la labor de las familias junto con la entrega, hasta dar la vida, por parte de numerosos agentes sanitarios, sea ampliamente reconocida y correspondida por todos: gobierno, Iglesia y sociedad civil.
POBRES Y DESAMPARADOS. La suspensión de muchas actividades
productivas está dañando el empleo y el ingreso de millones de hermanos. Según cifras oficiales, casi 10 mil empresas cerraron durante abril y mayo, más de 12 millones de trabajadores dejaron de tener ingresos tan solo en el mes de abril y el número de pobres va en aumento acercándose al 60 % de la población nacional.
Urge, señalan los obispos, “que todos los sectores competentes, gobierno,
empresarios y sociedad, generemos condiciones que modifiquen el escenario desolador que estamos viviendo: no podemos dejar morir las fuentes de empleo.
Los obispos hacen un llamado a los gobernantes y legisladores “para que
propongan de manera creativa y oportuna, las mejores soluciones y los incentivos imprescindibles que permitan sortear los difíciles meses de cuarentena para el sector productivo”.
“Ningún sector de la sociedad puede quedar marginado en las políticas públicas de rescate y apoyo por esta pandemia, especialmente los pueblos originarios y la población migrante”.
LAS VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA. Durante la pandemia, señalan los prelados, “la violencia es la única que no está en cuarentena y sigue su estela de muerte e inhumanidad en todo México”. Suman ya 14 mil asesinatos en lo que va del año. Además, “la violencia intrafamiliar se ha recrudecido”. “Es obligación del Estado hacer efectiva la justicia que implica la seguridad de los ciudadanos, el castigo a los culpables de la violencia y del crimen organizado, sin hacer excepciones en la
aplicación del Estado de Derecho”. Corrupción e impunidad son un binomio que caminan de la mano, y que nos siguen desafiando en México.
A quienes hacen el mal, indican los obispos, “los exhortamos al arrepentimiento, al cambio de vida y a la reconciliación. Así mismo, ofrecemos nuestra oración por tantos hermanos y hermanas que sufren o que han fallecido a causa de la violencia”
CULTURA DEMOCRÁTICA Y PROMOCIÓN DEL BIEN COMÚN. El escenario
que ofrece hoy nuestro país, agregan “se caracteriza por la falta de diálogo entre los actores políticos, la polarización ideológica, y el riesgo de una insuficiente división de los poderes públicos que debilita los siempre necesarios contrapesos democráticos”. “La Iglesia se solidariza con los comunicadores que valientemente expresan sus opiniones con verdad y agudeza”.
Ante la proximidad del inicio de los procesos electorales de 2021, “la Iglesia hace un llamado al pueblo de México y a todos los actores políticos y sociales responsables, para que se fortalezcan y se cuiden las instituciones autónomas del Estado, en especial el Instituto Nacional Electoral así como los tribunales electorales”.
Para la Iglesia la democracia auténtica merece una alta consideración en tanto que asegura la participación ciudadana en las opciones políticas y garantiza el control de los gobernados sobre sus gobernantes, así como la posibilidad de sustituirlos de manera pacífica.
Como Pastores, dicen, “nos incumbe impulsar y motivar la participación
ciudadana, informada y crítica a la luz de la Doctrina social de la Iglesia. No
dejaremos de promover que la sociedad civil contribuya con su parte a la
promoción del bien común, de manera pacífica, ordenada y responsable”.
LA COMUNIDAD EDUCATIVA. Los obispos reconocen el esfuerzo de muchos
padres de familia, maestros y directivos que continúan, en la medida de lo posible con la formación de nuestra gente. “Hoy, es evidente que la educación no se reduce al ámbito de la escuela. Los primeros responsables de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, son sus progenitores y tutores, quienes asumen, en primera persona el cuidado y el acompañamiento de los menores”.
En estos últimos meses, agregan los obispos, “se han manifestado, las grandes carencias y desigualdades del Sistema Educativo Nacional. Por ello, llamamos a replantear la política social, con el fin de encauzar nuestros principales esfuerzos de inversión de recursos, talento y creatividad, en este sector vital para nuestro desarrollo”. “Es fundamental para el regreso a la nueva normalidad escolar, el apoyo decidido y concreto en la reestructuración de espacios, herramientas, métodos educativos y acuerdos entre los agentes de las distintas comunidades del País”. “La promoción de la educación, en sus diferentes niveles, es una de las tareas principales del Estado, que no puede reducirse tan drásticamente con argumentos de austeridad”.
EL PUEBLO DE DIOS. Es momento de generar espacios de encuentro, diálogo, y consensos sociales, económicos y políticos: gobiernos, sociedad, iglesias, empresas, medios de comunicación, organizaciones de la sociedad civil, comunidades e instituciones de todo tipo, estamos llamados a manifestar desde nuestras respectivas misiones, nuestro compromiso común por la vida, la justicia, la solidaridad, la subsidiariedad, y el cuidado de nuestra «casa común».
El mensaje de los obispos se cierra diciendo “queremos poner de manifiesto que la Esperanza es nuestra certeza y nuestro camino”.