Confetti

ENTRE LA MEDICINA Y LA LITERATURA

Por María del Carmen Delfín Delgado

La mente navega entre el estetoscopio y la pluma ya que la ciencia es un océano donde confluyen todas las aguas, con olas que agitan diferentes corrientes y finalmente se mezclan para formar parte de un mismo cuerpo, donde el remolino de las vivencias nos lleva inevitablemente a un punto común: el conocimiento encaminado al beneficio del hombre. Las disciplinas científicas y filosóficas, la tecnología y el arte se entrelazan para interactuar con la naturaleza humana, hurgar en lo profundo para encontrar la solución a lo que nos aqueja. Esa búsqueda constante involucra, en consecuencia, a todos los estudiosos preocupados por lograr la mejoría física y espiritual, los hermana para cumplir el mismo fin: un bienestar integral.

La medicina es una profesión especial y exigente, requiere de muchos, muchísimos años de preparación, de disciplina, de sacrificios, de constante capacitación, de aprendizaje que nunca termina y, sobre todo, de una verdadera vocación y sentido humanista. Estas características hacen del médico un hombre especial, con la capacidad de prolongar el regalo de Dios que es la vida. En sus manos el Ser Superior ha depositado la fuerza para lograrlo, en su mente la sabiduría y en su corazón el amor hacia sus semejantes. También esas manos, esa mente y ese corazón se impregnan de las vivencias del paciente, las toman y las hacen suyas en esta altruista profesión.

Tanto en la Medicina como en la Literatura creativa el elemento esencial es el hombre y su vida, por lo general el doliente, es el punto de encuentro de ambas disciplinas. El doctor lucha por desaparecer el dolor, lo estudia, deduce el origen y lo resuelve; constantemente aplica la sicología para atenuar lo que por un momento los medicamentos no pueden resolver, escucha y con resuelta sonrisa aminora el sufrimiento. El escritor también busca sacar ese dolor en la poesía, en la narrativa, en la novela, lo expone para ser entendido, sentido y finalmente desechado.

 El objetivo de mejorar y prolongar la vida se cumple en ambos campos, el escritor procura en la mayoría de las historias un final feliz y el médico pone su sabiduría para lograrlo en la realidad.

El apasionante mundo médico y las agobiantes enfermedades han sido tema recurrente en las obras de grandes escritores, durante siglos se ha hablado de situaciones hospitalarias, de personajes con padecimientos descritos detallada y apegadamente a la sintomatología y lenguaje médico, con enfermedades ficticias, de tratamientos científicos y esotéricos, con personajes humanos o monstruosos.

Franz Kafka en su obra maestra “Metamorfosis”, narra el momento en la vida de un hombre que paulatinamente va convirtiéndose en insecto, metáfora de la transformación que algunas enfermedades provocan en los enfermos. Gustav Flaubert describe técnicamente el horror de la muerte por envenenamiento con arsénico y plasma con gran precisión la agonía provocada por este veneno en su novela “Madame Bovary”. Ernest Hemingway en “Las nieves del Kilimanjaro” se centra en la evolución de la gangrena que sufre el protagonista. En “Campamento indio” plasma la angustia del médico que debe hacer la cesárea con una navaja y sin anestesia, con los desgarradores gritos de la mujer que provocan el suicidio del esposo mientras el bebé nace. En “La cara de la desgracia” Juan Carlos Onetti describe a la perfección la autopsia con la que termina el relato.

La otra arista son los médicos que se convirtieron en escritores, como el ruso Antón Chéjov quien combinó sus dos pasiones decía que la medicina era su esposa y la literatura su amante. Carlos Williams médico y poeta estadunidense; el escocés Arthur Conan Doyle autor de “Sherlock Holmes”. El contemporáneo Oliver Saks de origen inglés, quien fue destacado químico y neurólogo, su obra “Despertares” fue llevada al cine.

En nuestro país los médicos-escritores también han jugado un papel importante en este terreno, entre muchos mencionaremos a Enrique González Martínez poeta antimodernista, Manuel Acuña poeta del movimiento Romántico, Mariano Azuela precursor de la Novela Revolucionaria, y Elías Nandino, en él la medicina y la poesía marcaron su vida, las parangonaba con un vaso con agua, una era necesaria para contener a la otra.

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