Confetti

SIN CENSURA, POEMARIO DE DORALICIA HERNÁNDEZ SÁNCHEZ

Maricarmen Delfín Delgado

Este arte de la creación en la pluma de mujeres que hacen de la poesía una narrativa de experiencias vividas es una construcción consciente y subjetivamente afirmativa, son mujeres que rinden tributo y dan autoridad a su razón, a su pensar, capaces de interrogarse y dar respuesta a las disyuntivas de la vida.

Así, Doralicia suelta la tinta con la palabra precisa para transmutarla en íntimas sensaciones, en indiscretos deseos pues no es hechicera, ni diosa, ni amazona, es sólo una mujer de carne y hueso, su verso se convierte en un vendaval acrisolado donde se mezclan el amor y la pasión como la raíz tumultuosa del pecado. Su poema es el carruaje donde viajan las pasiones acompañadas de un sutil erotismo, nos lleva de la dulzura del enamoramiento a la amargura del desamor, su naturaleza femenina caracterizada por la acertada intuición desborda en reflexiones cargadas de madurez, de verdades que hieren pero al mismo tiempo fortalecen.

Nos comparte en esta obra un llamativo abanico de estéticas expresiones literarias, su armoniosa prosa poética lleva en cada letra la esencia de la mujer que ama sin prejuicios, convida lo que su alma anida, lo que su corazón emana y lo que su cuerpo desea. Expresa en cada título la esencia de lo escrito, como en:

La poeta infiltra en nuestro pensamiento el placer hecho palabra, despierta el libido adormecido por dogmas moralistas; evoca al amante que con un soplo nada más entregaba el amor cuando la luna bordaba su presencia entre sus brazos, pero ya no existe, borrará su sombra tras sus pasos. La petición de hacerla sentir tan suya, que nada le de miedo, que abrigue con sus besos el frío de sus pesares y volverse loca, desnuda el pensamiento.

Comparte la fantasía de los versos que hacen soñar a ratos, líricos vuelos, emociones perfumadas, recita sus pasiones y se rinde enamorada a sus míticos deslices, también efímera o fugazmente eterna, siente ser trazo de composición, color difuminado de matiz perdido, inanimada musa de su tristeza. Sin percatarse la nostalgia invade, no puede decirle que lo quiere, él lo ignora a la distancia, cómo callar la piel si no ya no está, la risa sobra y la daña. Así en un mutismo.

No es sólo un intercambio de palabras para dar olvido al engaño, es ajustar las cuentas, ordenar, intentar evadir el daño; lo amaba pero se fue sin motivo, ahora vuelve y su lugar está ocupado, ya no importa, al fin ella ha quedado en libertad.

Si él tiene su sonrisa marcándole los tiempos, puede admirar la señal feliz del todavía, ella es aire que al pasar le dio vida, su oleaje llega hasta su playa, se decantó la sal por sus contornos, ruge en la cama el eco implacable de su morbo. El tedio, como fantasma conspicuo, iridiscente, es un instante nada más donde naufraga, porque quizás mañana la era imponga libertad para su espera; el cosmos cada día no se detiene, se mueven luna y mar, tierra y luceros, cuando están juntos él sigue haciéndole desear nuevos anhelos.

Cual oasis que refresca al sediento, estas citas nos inducen a reflexionar, sentir lo que la autora siente, donde nos convida el placer de esos días de lluvia que traen su canto con nostalgia, melancolía, sueños olvidados, la pasión desbordada del amante que devora su vientre con caricias salvajes, el todo y la nada, fantasía y desacierto. El anhelo, la resignación, la espera, el desafío, la interrogante al amor verdadero, la extinción del mismo, el plenilunio, las letras a media noche salidas del corazón, sentimientos que llevan al límite en una mística erótica para finalmente hacer un recuento y entregarse sin censura.

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