LOS JUEGOS DEL PODER
Por Akiles Boy *
Sin ser expertos o eruditos en Teoría Política, con la simple percepción y sentido común, como dicen los viejos, es fácil darse cuenta de la prevalencia de la lucha por el poder en las diferentes arenas de la vida. En el hogar, en ese pequeño espacio doméstico, se observan los conflictos, y detrás de esos, en muchos casos, está la pugna por el poder. El que logra asumirlo tiene la autoridad, la toma de decisiones, la influencia y el reconocimiento. Ideal sería encontrar el equilibrio, a través de la comunicación, la negociación y los acuerdos de voluntades. Antes, digamos en los matrimonios del siglo pasado, había más capacidad de adaptación, tolerancia y disposición para convenir o ajustar condiciones y aceptar la convivencia. Una especie de resiliencia, palabra que se ha vuelto usual en estos tiempos de la pandemia. En las relaciones de pareja de los años que corren, sobresalen las desavenencias, las rupturas y los divorcios.
Los juegos del poder, se observan en cualquier ámbito, sin importar la dimensión y el tipo de terreno. Pónganse a pensar en la complejidad de las relaciones en la comunidad internacional. Acordar, conciliar, alinear, imponer las reglas del orden y la convivencia mundial, es tarea de las naciones fuertes y más desarrolladas, sin contar los afanes imperialistas o hegemónicos que se han manifestado a lo largo de la historia, así como de la función de las Organizaciones Internacionales o Multinacionales. La paz del planeta necesita un equilibrio de fuerzas, que en algunas épocas se perdió o se desestabilizó por líderes ambiciosos, ególatras y demás enajenados.
Internamente, en cualquier País, en cada región, en los Estados, en los municipios y en las comunidades, los juegos del poder son también una realidad. A veces evidentes, y otras ocultos, pero están presentes. En México se cuenta y se sigue contando de los tradicionales cacicazgos. Y no son reminiscencias del pasado, porque siguen vivos en muchas regiones de la República. Hay un sinfín de historias que muestran esas alianzas o pactos no escritos, que existen en los feudos, entre los gobernantes y los poderes fácticos, dirigentes, empresarios, el clero, entre los más frecuentes, que se constituyen como las elites dominantes. Dichos grupos son capaces de afianzar o descarrilar cualquier liderazgo o gobierno que no atienda a sus intereses.
Sin duda, la práctica y las formas de ese juego de poder son diferentes en cada País y contexto. En los más avanzados y con sistemas políticos más consolidados, la lucha por el poder, que por supuesto es natural y lógica en los grupos sociales, me parece obedece a valores y principios que apuntan a la unidad, al bien común y al progreso. En otros, como el nuestro, el asunto es distinto. Tenemos un deplorable legado, que dejaron las elites y grupos de poder dominantes, y que tiene al País sumergido en el atraso, la pobreza y la descomposición social, generada por la atroz corrupción, agregada como componente de la cultura nacional.
Hoy mismo afloran, en una situación extraordinaria, provocada por la contingencia sanitaria, toda clase de golpes y trampas, que provienen de intereses mezquinos, de posiciones de ambición desmedida, de discrepancias originadas en el resentimiento y coraje por privilegios perdidos. Eso se nota hasta en el tono y lenguaje de algunos intelectuales y “Lideres de Opinión” impuestos y consentidos por los grandes emporios mediáticos, en contubernio con el poder político, nacional y local. Sirve para el caso, la frase del clásico “Hay tiempos de sumar, hay tiempos de sumarse, y hay tiempos de sumirse”. Lo venimos diciendo estimados lectores, son tiempos de empatía, de solidaridad, de cordura y de paz. Hasta la próxima.
Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.