Conversatorio

John Reed, el cronista de las revoluciones: mexicana y rusa

Ángel Rafael Martínez Alarcón.

El periodista norteamericano de John Reed  es sin duda alguna  uno de los reporteros más importante de las primeras décadas del pasado siglo XX. Por su profunda vocación de reportero radical logra capturar por medio de sus crónicas dos importantes momentos de la humanidad, tanto la realidad que se vivía en 1914, con la Revolución mexicana, después de la muerte de Francisco I Madero (1872-1913); como su crónica con la Revolución de octubre de 1917, iniciado por Lev Trostski,  y continuada por Vladimir Ilich Ulianov (1870-1924). En cada una de las crónicas levantadas en el pie sitio, se encuentra un agudo investigador social.

            John Silas Reed (1887-1920); un norteamericano, nacido en una familia acomodada. Nace el 22 de octubre de 1887. Por su misma situación de pertenecer a una familia rica, realiza sus estudios universitarios en Harvard. Siendo el periodismo una de  las pasiones personales, lograr un espacio en el periódico de Las Masas. Para esos momentos el joven Reed,  un simpatizante de los movimientos de izquierda de su nación.  Le toca vivir muy de cerca el estallido de la primera guerra mundial entre los años de 1914-1918. Y en lugar de irse al campo de batalla en Europa, emprende un viaje hacia el sur; o sea México, que tenía un par de años viviendo una revolución.

            John Reed,  decide cubrir parte de la Revolución Mexicana, la del norte; después del asesinato de Madero,  y el gobierno dictatorial de Victoriano Huerta.  En 1914, cruza la frontera con México, para luego ponerse en contacto con el villano que  la prensa norteamericana  atacaCon Francisco Villa  estableció comunicación para entrevistarlo, y seguir informando al pueblo estadunidense de las realidades en la Revolución social que experimentaba México.  También logra entrevistarse con  el primer jefe del ejército constitucionalista Venustiano Carranza (1859-1920)

            México insurgente, es la obra testimonial de  John Reed, sobre una parte de la Revolución Mexicana, la vivida en norte del país, para 1914, la guerra entre los diferentes bandos revolucionarios tenía al país envuelto en llamas.  Francisco Villa, supo muy bien aprovechar a John Reed,  como los cineastas para filmar su revolución. Con fines propagandísticos, en medio de tanto caos.  Varias de las obras de Reed, relacionadas con su estancia en México, se llevaron al cine, ahí están:  México insurgentes y campanas rojas.

            John Sileas Reed,  viajó hasta Rusia, para ser testigo de primera fila de la Revolución de octubre de 1917, en la capital del imperio ruso. En donde estableció contacto con sus líderes, Trotsky  y Lenin. El fundador del estado soviético, le interroga sobre la revolución de Pancho Villa, Reed  también ejerció el periodismo en Rusia, y como fruto de dicho trabajo  nos dio su obra ; Los diez días que conmovieron al mundo. La mejor crónica sobre la formación del primer estado socialista en el mundo. Lenin  escribió: Después de haber leído, con inmenso interés e inalterable atención hasta el fin, el libro de John Reed, Diez días que conmovieron al mundo, desde el fondo de mi corazón lo recomiendo a los obreros de todos los países. Quisiera que este libro fuese distribuido por millones de ejemplares y traducido a todas las lenguas, ya que ofrece un cuadro exacto y extraordinariamente útil de acontecimientos que tan grande importancia tienen para comprender lo que es la revolución proletaria, lo que es la dictadura del proletariado. Estas cuestiones son hoy objeto de discusión general; pero, antes de aceptar o rechazar las ideas que encarnan, es indispensable comprender toda la significación del partido que con relación a ellas se tome. El libro de John Reed, sin duda alguna, ayudará a esclarecer este fundamental problema del movimiento obrero universal.   

            Faltando 72 horas  para cumplir 33 años  John Reed, muere en la ciudad de Moscú, capital de la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas, el día 19 de octubre de 1920. Sus restos descansan en el Kremlin.

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