Confetti

EL MUNDO DESCONOCIDO

Maricarmen Delfín Delgado

El progreso avanza a pasos agigantados que no imaginamos hasta dónde podremos llegar, ¿o si? Nos inquietan algunos temas: qué pasaría si la inteligencia artificial superara a la inteligencia humana; si la medicina avanzara hasta poder crear personas completas por medio de la manipulación genética y la clonación; si algún día habitaremos o simplemente iremos de paseo fuera de la órbita terrestre. La evolución científica y tecnológica nos hace imaginar que lo que hoy consideramos imposible e impensable termine por ser real.

Pero no necesitamos ir tan lejos en el tiempo para palparlo, ya estamos viviendo un cambio en muchos aspectos que afectan y modifican la forma de vida que teníamos hasta hace unos pocos años, no solo en la ciencia y la tecnología, en áreas como la educación donde la forma de ser alumno y ser maestro se ha modificado; en la laboral el cambio es significativo, hemos estado trabajando a través de un espacio virtual, otros con periodos mixtos intercalando su presencia física con la virtual. Lo extremo fue perder millones de empleos por otras circunstancias.

La población mundial entró en una etapa de aislamiento donde los patrones de convivencia cambiaron afectando las relaciones personales que ya venían trastocándose por el individualismo, la marcada diferencia de criterios y la agresividad que las nuevas generaciones muestran al defender sus ideas, ya sea en el plano político, sexual y de género. Los jóvenes de hoy están construyendo su vida de acuerdo a los intereses individuales, es decir, a su medida.

La modificación en la rutina personal por el encierro ha provocado estrés, depresión y agresividad repercutiendo en la sana convivencia y, principalmente, en la salud física y mental, las cefaleas, el aumento y la pérdida del apetito son síntomas de este cambio, de la nueva forma de vida. Al inicio de esta situación lo manejamos como un descanso de la agitada forma de llevar la nuestra, la aceptamos, después nos resignamos pero finalmente las consecuencias fueron evidentes e inevitables.

Pertenecemos a la generación de la “mente inquieta”, el cerebro está acostumbrado a la actividad constante debido al manejo de equipos que lo mantienen estimulado ya sea computadora, teléfono, tableta y cualquier otro conectado a internet; nos hemos habituado a la lectura digital, a la investigación de cualquier tema y al esparcimiento, a la satisfacción lúdica, a la interacción con otras mentes reales y ficticias, a una actividad a la que dedicamos mucho tiempo sin sentirlo.

Sin embargo, los cambios también se están dando hacia el interior, estamos poniendo fin a esta década de la inquietud mental, la busca de la espiritualidad es la tendencia actual que está apostando a prácticas antiguas como la meditación y el yoga, lectura de textos filosóficos y religiosos ancestrales; reencontrarse con el yo superior para el autoconocimiento. Desafortunadamente, la ciencia está un paso atrás de la tecnología, podemos comunicarnos al otro lado del mundo con nuestros semejantes, pero no podemos curar el cáncer, no eliminar el VIH ni otros virus.

El futuro ya es presente, dimos un salto en el tiempo, nuestro mundo ya cambió, es difícil que todo vuelva a ser como antes, no llegamos aún al espacio exterior como hábitat, tampoco la ciencia puede clonar aún un órgano o una extremidad para sustituirlo en el cuerpo humano, ni la inteligencia artificial domina y esclaviza al hombre, sin embargo, lo extraordinario y lo impensable llegó para modificar y quedarse, estamos en un mundo que no conocíamos.

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