Confetti

HERENCIA

Por María del Carmen Delfín Delgado

Al escuchar historias ajenas sobre eventos extraordinarios, increíbles o paranormales, a mi mente llegaron recuerdos de sucesos similares que deseché por creer que eran producto de mi imaginación o consecuencia de fuerzas físicas o naturales. Recordé que en nuestra primera morada en el centro de la ciudad, sucedían eventos raros e inexplicables a los cuales ya nos habíamos habituado.

Fue construida en los cimientos de una antigua casa del siglo pasado, tal vez guardaba energías de vidas anteriores que ahora se manifestaban con nosotros; en ocasiones las puertas de los muebles del comedor se abrían solas, en la cocina se oía el roce de los platos y las tazas en la madrugada, la luz del pasillo se encendía de repente y se abría la puerta del baño para visitas.

Yo bromeaba con estos eventos todo el tiempo, justificados por la dilatación en la madera y por algún fallo en la instalación eléctrica en esa área, pensaba que los platos resbalan por la vibración natural de la casa y la puerta se abría por el paso de los vehículos en la avenida que ocasionaban un fuerte movimiento. Una noche antes de subir a descansar, llevaba un vaso con agua en una mano, en la otra una taza con leche, entre los antebrazos acomodé un paquete de medicamento, me era imposible apagar la luz del pasillo antes de la escalera, recordé lo extrañamente cotidiano y quise hacerme una broma, entonces dije:

─Ahora sí apaguen los focos porque voy con las manos ocupadas y no quiero bajar nuevamente─, esbocé una sonrisa y, de repente, el interruptor se movió solo y la lámpara en el techo se apagó, sentí que las piernas perdían fuerza y no supe cómo subí hasta mi habitación. Ya junto a mi esposo recuperé el aliento, le conté lo sucedido, me miró sorprendido y sólo comentó que era increíble lo que acababa de ocurrir.

Este hecho lo archivó mi cerebro junto con uno más que me sucedió en la infancia y ahora lo clasifico similar al anterior. Mi madre tocaba su piano por las tardes, yo le hacía compañía, tenía tres años aproximadamente, me sentaba sobre unos cojines en medio de la sala y jugaba mientras la escuchaba, frente a mí la puerta que llevaba al enorme comedor, era un caserón antiguo propiedad de mi familia materna desde el siglo XXVII en el centro histórico, ahí nacieron y murieron varias generaciones.

En una ocasión mientras ella practicaba una nueva partitura, me distrajo una sombra, era una imagen similar a una radiografía, un contorno bien definido de una mujer con ropa de estilo pasado, de blusa con olanes en los puños y en el cuello, falda larga abultada y peinada con un chongo sostenido por una peineta, pasó de un lado a otro del comedor cerca del marco de la puerta. Le grité a mi abuela quien llegó a mi lado para atenderme, asustada le conté lo que vi, me abrazó amorosamente.

Los años pasaron y aparentemente lo olvidé, hasta hace unos meses se lo platiqué a mi mamá, tranquila me dijo que probablemente percibí la energía de una de sus tías, ellas acostumbraban vestir así en el siglo pasado. Finalizó la charla diciéndome:

─No te asombres, tómalo con calma, recuerda que soy médium y tal vez, tú también.

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