“Quiero beber los besos de tu boca
Como si fueran gotas de rocío
Y ahí en el aire dibujar tu nombre
Junto con el mío”
A febrero se le conoce como el mes del amor y la amistad. Amor, sublime sentimiento por el cual mucho de nosotros nos permite fluir desde nuestro ser las inmensas y detonantes ideas para con los demás.
¡De amor nadie se muere! Dice la frase. Pero cuál más ha sufrido un tropiezo o un desliz referente a ello. ¡Claro que nadie muere de amor! Pero los síntomas son inequívocos cuando se ha vivido una ruptura, una desilusión. Entonces ahí, si quisiera uno morirse.
¡Pero todo mal es pasajero!
William Shakespeare escribió en uno de sus poemas:
“Cuando, infeliz, postrado por el hombre y la suerte,
en mi triste destierro lloro a solas conmigo,
y agito al sordo cielo mi grito vano y fuerte,
y, volviendo a mirarme, mi destino maldigo”.
Y su desilusión la traduce de esta manera, con dolor, con angustia. Le duele el amor.
Estar enamorado es un estado emocional donde se encuentran todas las virtudes y beldades del ser amado. No se le critica, se le ensalza. La alegría es tal, que se buscan diferentes maneras de permanecer en esta situación excepcional. Cuando nos enamoramos nuestro sistema endócrino segrega dopamina, hormona encargada de generar cambios en el hipotálamo cuya manifestación es puramente fisiológica. ¡Y se siente uno que camina en el aire! La manifestación del estado de enamoramiento son muchas, la comunicación de las emociones y los gestos, de forma motora, sexual, instintiva, e intelectual. Estas formas de lo que hablamos anteriormente se basan en el contacto físico, como mirarse, hablarse, tocarse y acariciarse. Existen dos tipos de enamoramientos, el externo y el interno. El enamoramiento externo consiste en enamorarse de lo que uno aprecia con la vista, es decir, del aspecto físico de la otra persona . El enamoramiento interno surge cuando uno siente dicho sentimiento por cómo es el individuo en su interior, sus sentimientos.
Hace tiempo un amigo mío me decía: “tu escribes así, porque estás enamorado”.
Sonreí y me le quedé mirando y le respondí:
-Tienes razón. Estoy enamorado de mi familia, de mi esposa que siempre cuando culmino mi tarea compartimos las vivencias del día y ambos sonreímos. Estoy enamorado de mis hijos, de cada uno de ellos, de sus virtudes, de la satisfacción que me han dado de ser su padre. Estoy enamorado de mis árboles que a diario me saludan cuando veloz paso frente a ellos y me obsequian el aire que necesito para vivir. Estoy enamorado de las flores, de cada una de ellas, de la inmensidad de sus colores. Estoy enamorado de los pájaros, de los que en las puntas de los árboles proclaman hacia el cielo el agradecimiento por ser libres. Me he enamorado de la vida, de la que estoy consciente que solo soy pasajero, y que algún día tendré que partir, pero sé que me llevaré la más hermosas de mis vivencias. Estoy enamorado de mis amigos que me aconsejan, me instruyen y me apoyan en cada trabajo o encomienda que tengo. Estoy enamorado de aquel que mora en las alturas por obsequiarme otra oportunidad de vivir, de regresar de la muerte y mostrarme el camino correcto que he de caminar rumbo a mi evolución.
Mi amigo no dijo más. Se acercó y me dio un abrazo. Posterior a ello me comentó:
-Desde hoy empezaré a enamorarme-, Edgar Landa Hernández.