Posicionamiento en la Cámara en voz de Juárez Piña

Ciudad de México. Con su permiso, presidenta. Compañeras y compañeros legisladores:
“Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos, tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”. Eduardo Galeano.
Hace un año, el 8 de marzo de 2020, las mujeres mexicanas tomamos las calles, conformando un furioso río violeta que protestaba en contra de la violencia feminicida y gritaba “Nos queremos vivas, libres y sin miedo. Ni una menos”. 
Una integrante de las colectivas que participaron en el mitin del Zócalo de Ciudad de México señaló:
“Salimos otra vez, un año más estamos aquí, medio vivas aún y medio furiosas aún, las cifras de feminicidios aumentaron, nos siguen asesinando con saña. Venimos de muchas ciudades para estar aquí, reclamando cada centímetro de calle que nos ha sido negada….”.
Después, con un nudo en la garganta, le advertimos al Patriarcado que romperíamos e incendiaríamos todo en nombre de Claudia, de Esther, Teresa, Ingrid, Fabiola y Valeria, acompañadas por una guitarra y el férreo convencimiento de una sororidad que se expandía a lo largo de la noche. 
Le exigimos a la sociedad reinventarse, concebir un nuevo lenguaje para comunicarse con las mujeres que, permanentemente violentadas, responden con violencia y destruyen los símbolos de un país que, consistentemente, las ha excluido. 
Le propusimos a la sociedad que, juntas, imagináramos una nueva forma de ver el mundo, de entender las relaciones y de convivir. Le propusimos, en resumen, que nos reconstruyéramos juntas a partir de los pedazos que quedaban.
Un día después, el 9 de marzo, desaparecimos de la vida pública. Oficinas de gobierno, bancos, universidades, clínicas y hospitales, escuelas públicas y hasta el Metro, resintieron nuestra ausencia, dejando las ciudades vacías y silenciosas, a media vida.
El día de hoy, nuestro país llora por las víctimas de la violencia feminicida. Mientras las mujeres del mundo construyen sociedades igualitarias sin estigma, estereotipos ni violencia y edifican una colectividad sostenible, pacífica, con igualdad de derechos y oportunidades para todas las personas, en nuestro país luchamos, diariamente, para regresar vivas a nuestras casas cuando salimos a trabajar, al mercado, cuando nos subimos a un taxi, cuando enfrentamos a este México salvaje.
El Día Internacional de la Mujer, conmemoración que fue instituida por la ONU en 1975, para hacer visibles las desigualdades entre mujeres y hombres, de las que la violencia contra la mujer es la más clara manifestación y la más grave violación a sus derechos humanos.
Desde el Grupo Parlamentario del PRD expresamos nuestro reconocimiento y rendimos homenaje a las huelguistas neoyorkinas de 1857 y a las sufragistas norteamericanas de 1908; a Elizabeth Cady Stantonm Lucretia Mott, luchadoras estadounidenses por los derechos de la mujer; a las comunistas Clara Zetkin, Aleksandra Kolontai y a Rosa Luxemburgo; a las pacifistas rusas que marcharon en contra de la guerra en 1917; a las inmigrantes que murieron trabajando en una fábrica textil en 1911. 
A ellas y a todas las mujeres que han empeñado sus esfuerzos por nuestros derechos, les expresamos nuestra gratitud y compromiso para seguir en la lucha implacable para la creación de un mundo con justicia e igualdad, en el que, con la participación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida se construya el porvenir.
Sin embargo, las mujeres siguen sin poder acceder paritariamente en la vida pública y en la toma de decisiones, tal y como refleja el reciente Informe del Secretario General de las Naciones Unidas, que señala que las mujeres son jefas de Estado o de gobierno únicamente en 22 países. 
En el nuestro, durante 200 años de vida independiente ninguna mujer ha sido Presidenta de la República, aunque seis han sido candidatas y fue, hasta esta Legislatura que, en este momento, somos 246 diputadas de elección, 21 mujeres han ocupado alguna secretaría de Estado y mil 523, presidencias municipales.
En México, los ingresos laborales para las mujeres son una quinta parte de los percibidos por los hombres, aun cuando posean el mismo nivel educativo.
La brecha salarial fue más honda a partir de la pandemia y la pérdida de empleos golpeó con mayor fuerza a las mujeres que, durante el confinamiento, debieron actuar como cuidadoras, maestras, cocineras, barrenderas y lavaplatos. 
La OCDE ha señalado que, en nuestro país, el número de jóvenes mujeres que no estudian ni trabajan es cuatro veces mayor que el de los hombres y, en relación con la actividad económica, no existe ninguna mujer que sea presidenta de un Banco en nuestro país.
Sin embargo, las mujeres microemprendedoras superan con mucho a los hombres y para las que, no obstante que proporcionaron el mayor número de empleos, no se implementó medida alguna de apoyo durante esta crisis económica porque el Presidente no quiso apoyar a las empresas, sino seguir dando dádivas personales y traficando con el hambre de quienes se encuentran en situación de pobreza y pobreza extrema.
La violencia contra las mujeres, en plena pandemia sufrió un incremento del 60%. En 2020, se reportaron 940 feminicidios y 2 mil 783 homicidios dolosos de mujeres. En total, se registraron 3 mil 723 muertes violentas de mujeres que, aún, esperan justicia. Once mujeres asesinadas cada día, una de las cuales es una menor de 14 años. Debería de ser esta cifra inaceptable para la democracia que queremos construir. 
La violencia familiar, durante la pandemia se incrementó alarmantemente en los meses más álgidos del confinamiento. Las llamadas al 911 por violencia contra la mujer, fueron de 260 mil 67. No obstante, a pesar de ser un fenómeno global, el inquilino de Palacio Nacional se rehusó a admitir esta realidad. 
En promedio, el INEGI estima que cada mujer perdió 29.7 días del año de trabajo remunerado a causa de la violencia por parte de su pareja y estima que el costo por días de trabajo perdidos por las mujeres a causa de la violencia entre octubre de 2015 y octubre de 2016 ascendió a 4.4 mil millones de pesos. 
Desde esta tribuna, reconocemos el valor de las mujeres indígenas que día a día, deben luchar para evitar ser discriminadas so pretexto de la aplicación equívoca de los usos y costumbres, y a quienes el analfabetismo golpea con mayor fuerza. 
Reconocemos el valor de las mujeres científicas que enfrentan a un sistema estructurado para limitar la participación de las mujeres en la ciencia y que luchan en contra de la reproducción de los roles de género. 
Reconocemos a las madres y padres que exigen que la justicia procese a los violadores de niñas en las escuelas y en distintos ámbitos de nuestra sociedad, y exigimos políticas efectivas para evitar la deserción escolar de las mujeres por embarazos adolescentes y matrimonios infantiles, porque la igualdad empieza con las niñas. 
Reconocemos el valor de los 5.7 millones de mujeres que, durante la pandemia perdieron su empleo, se encuentran subocupadas o trabajan en la informalidad, en condiciones paupérrimas, únicamente para no condenarse a morir de hambre.
Durante 2020 no sólo vivimos una crisis sanitaria: sufrimos una crisis económica que golpeó fundamentalmente a las mujeres y a las niñas, huérfanas de la ayuda gubernamental. 
Sufrimos una crisis de violencia de género que afectó a muchas de las mujeres y niñas que debieron permanecer en su casa para protegerse del virus, pero desprotegidas de su agresor. 
Peor aún: sufrimos la violencia institucional ejercida desde el púlpito presidencial que, reiteradamente, niega que las mujeres seamos asesinadas únicamente por el hecho de ser mujeres. 
Un presidente ciego e ignorante que desconoce el pacto patriarcal y defiende a Félix Salgado, su candidato a gobernador en el estado de Guerrero, ese presunto violador, revictimizando así a las mujeres que, valientemente, alzaron la voz para denunciarlo. 
Un presidente que construyó un muro porque le teme a los gritos de mujeres empoderadas que claman justicia y paternalistamente, López Obrador no sólo niega la realidad de un país feminicida, sino que nos despoja, una y otra vez, de la capacidad de exigir nuestros derechos, afirmando que somos manipuladas por fuerzas oscuras para dañar a su gobierno, mientras las mujeres de su gabinete, vergonzosamente, callan y bajan la cabeza para no perder su sueldo que les cuesta su dignidad. 
Nosotras, las mujeres perredistas, acompañamos a las víctimas y les decimos que ningún violador, será gobernador; decimos: no más agresores en el poder.
Hoy, 8 de marzo, en México, no celebramos. Lloramos, gritamos, maldecimos, quemamos y pintamos nuestra realidad, porque hoy, 8 de marzo, el pacto patriarcal inicia su desplome de frente a la fortaleza de las mujeres mexicanas que, despojadas de sus miedos, destrozarán, uno a uno, a los barones del machismo que pretenden cimentarlo.
Es cuanto, presidenta.

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