Comunicado Dominical

ANTE DIOS Y ANTE LA SUPREMA CORTE
«He venido al mundo para que tengan vida» (Jn 10, 10).
Al Señor Obispo Don José Rafael Palma Capetillo, a los Presbíteros y Diáconos, a las Consagradas y Consagrados, a los Seminaristas y Formandas, a las Laicas y Laicos de la Arquidiócesis de Xalapa y a toda la Sociedad.
Estimados todos
Lamentamos mucho las recientes resoluciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sobre el Código Penal de Coahuila y la Constitución de Sinaloa, las cuales no cumplen con el requisito de justicia para todos los mexicanos pues son una pena de muerte para muchos concebidos indefensos a quienes muchas madres van a estar en posibilidad de negarles la entrada al banquete de la vida.

Los verdaderos discípulos de Cristo estamos a favor de la vida de todo ser humano, desde el momento de la concepción hasta su fin natural, especialmente de los más indefensos e incluso de los que no están a favor de ellos, como es el caso de sus propias madres.
El asesinato del aborto lo podrán hacer legal, pero no es moral. El aborto para nosotros los cristianos siempre ha sido un crimen y lo seguirá siendo tan es así que hay una pena de excomunión para quien lo procura y éste se consuma (Código de Derecho Canónico, Nuevo Libro VI c. 1397 § 2) siempre y cuando haya habido los agravantes de conocimiento, edad y
libertad, es decir que tengan conocimiento de que existe la pena, que se cuente con la mayoría de edad y la libertad para hacerlo. Claro, por encima de todo está la misericordia de Dios que acoge al pecador que se arrepiente de sus pecados.

Los ministros de la SCJN han cambiado las leyes, pero la Iglesia no puede cambiar su doctrina: «La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo
ser inocente a la vida» (Catecismo de la Iglesia Católica No. 2270).
La Corte ha pasado por encima de la constitución, pero la iglesia no puede pasar por encima del evangelio. El evangelio de la vida no puede cambiar y lo seguiremos anunciando. Para la Iglesia el derecho a la vida es fundamental y universal y es el que hace posibles otros
derechos. Ante la disyuntiva de estar a favor de la vida o a favor de la cultura de la muerte no tenemos alternativa, nosotros estamos a favor de Dios, a favor de la vida, a favor de la paz y de la justicia para todos, especialmente los más indefensos, es decir los concebidos no
nacidos.

En la situación en la que nos encontramos estamos llamados a asumir el evangelio de Jesucristo y a definir nuestra fe en los principios que se derivan de ella. Este es un momento en el que debemos preguntarnos ¿a quién queremos servir? (cfr. Jc 24,15), ¿a Jesucristo que quiere llenarnos de vida en abundancia en este mundo y después darnos la vida eterna o al
príncipe de este mundo, el mentiroso y asesino que quiere nuestra ruina?
También estamos llamados a valorar la importancia de la familia como escuela de valores evangélicos y a educar a los hijos en los valores de la vida, de la paz y de la justicia que están contra corriente de los valores del mundo. No nos dejemos engañar por la cultura de la muerte, Jesús vino para que tengamos vida y la tengamos en abundancia (cfr. Jn 10, 10).
Que la Virgen María en su Inmaculada Concepción, San Rafael Guízar Valencia y el Beato Ángel Darío Acosta Zurita intercedan por todos nosotros para vivir en favor de la vida.

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