SANTOS MÉDICOS
Maria del Carmen Delfín Delgado
Durante la historia de la humanidad muchos hombres y mujeres se han comprometido con su ideal en diferentes campos como la educación, la política, la lucha social, entre otros, y especialmente en la medicina, aportando a la salud con descubrimientos y avances en tratamientos para enfermedades que aquejan a la población. También en los “campos de batalla”, luchando en primera fila ante el enemigo microscópico, otros más entre las balas reales cuando se ofrecen de voluntarios cómo médicos de guerra o son médicos militares de combate, ahí anteponen su vida para salvar la de terceros, movidos por el amor a su profesión, por el altruismo, entregados al cuidado de los pacientes a su cargo, demostrando su pasión por la medicina solidaria. Les ha tocado actuar en periodos traumáticos en la historia de su país.
La religión ha sido aliada de la medicina, van de la mano una con la salud espiritual y otra procurando la física, cuando nos aqueja una enfermedad pedimos a nuestro Dios, al santo de nuestra devoción, su ayuda para recuperar la salud y en casos extremos, que nos salve de la muerte, esta responsabilidad compartida nos da esperanza para seguir vivos.
Para la iglesia católica el apóstol San Lucas tenías conocimientos médicos, nacido en Antioquía, Turquía, se convirtió en cristiano en el 40 d.C., se conoce como el autor del Tercer Evangelio y de Los hechos de los Apóstoles, biógrafo de Jesucristo y acompañante de San Pablo quien lo mencionaba como “Lucas, el médico muy amado”. No hay información sobre su trayectoria como doctor.
San Pantaleón fue un joven médico que dedicó su corta vida a sanar a los pobres, nació en el siglo III d.C. en Turquía, su nombre significa “el que se compadece de todos”, su historia describe que hizo muchos milagros, curó a miles de personas incluyendo a una que recuperó la vista con un solo toque de sus manos y cómo sanó a un paralítico antes de morir como mártir a los 29 años. Fue perseguido por su devoción a la religión católica, fue torturado cruelmente pues intentaron quemarlo, ahogarlo con una piedra atada al cuello, torturado en la “rueda” y arrojado a las fieras para que lo devoraran pero resultaba ileso, hasta que lo decapitaron para que finalmente muriera. En el árbol donde lo asesinaron al caer su sangre de inmediato nacieron flores, esta sangre está guardada en el Monasterio de la Encarnación en Madrid, España; todo el año permanece sólida pero se licúa en el aniversario de su muerte cada 27 de julio. Se considera el Patrono de los enfermos.
San Cosme y San Damián fueron hermanos gemelos y médicos de profesión, nacidos en Arabia también en el siglo III d.C., su madre los educó con una estricta disciplina cristiana, aprendieron medicina en Siria y su inteligencia y preparación les permitía curar cualquier enfermedad tanto en personas como en animales, además se hablaba de un trasplante de pierna con gran éxito. Apoyados por la fe en Dios ejercían su noble profesión por vocación más que por lucro pues se negaban a cobrar por sus servicios, fueran o no creyentes los enfermos. La gran fama y reputación de que gozaban los médicos santos llegó a oídos del gobernador de Egea, Lisias, quien siguiendo el decreto en contra de los cristianos, los llamó junto con sus tres hermanos para que negaran su creencia con la amenaza de muerte. Para que renegaran de su fe fueron sometidos a toda clase de torturas físicas y sicológicas, finalmente fueron decapitados.
Así como estos hombres dieron su vida por salvar la de sus semejantes, hoy, médicos y enfermeros, hombres y mujeres con vocación y amor a su profesión, a la humanidad, exponen la propia sin importar el peligro, el hambre, la sed y el cansancio, aunque sean perseguidos como sus antecesores, con la misma convicción y entereza que aquellos santos.