Manantial entre Arenas

Por: Alberto Calderón P.

El sol asomaba entre los arbustos, las pisadas recorrían los adoquines, sobre las banquetas esperaban las bolsas y botes llenos de basura la llegada del camión recolector.

Avanzaba caminando con normalidad, sin apresurar la rutina, se cruzaron en mi camino mujeres jóvenes trotando, hombres paseando perros que buscaban algún pretexto para levantar la pata en cualquier árbol o poste, husmeando los rastros de otros de su especie, no faltaron los residuos que salieron de sus cuerpos esparcidos en cualquier lado, las calles eran laberintos, llegué al solitario parque, unos cuantos adultos daban vueltas, cerca del lago una pareja meditaba muy concentrada, me pareció verlas levitar, del lado izquierdo una extraña y amable mujer con una cinta en la cabeza al estilo de los hippies daba los buenos días a todos los que se encontraba en su camino, mientras su mascota cada vez que lo hacía se ponía en posición de defecar, brotaron los jazmines de la reja de una casa como una cascada estática de la que brotaba la enramada, regalando a los caminantes su inconfundible aroma. A medida que avanzaba, los recuerdos fueron haciendo acto de presencia, la reflexión de algunos de ellos distrajeron por completo el paisaje del solitario parque, olvidé el mundo exterior hasta que un auto rompió con la armonía natural del lugar con su ruido y nuevamente los recuerdos, intentaba en vano olvidar todo para integrarme a la naturaleza en ese recorrido, salí del parque y caminé sin rumbo fijo, la ciudad iba quedando atrás, las casas cada vez eran menos, tomé una vereda esta se fue haciendo más ancha, la maleza crecía o yo era el que perdía estatura, me sentí confundido, viré hacia atrás para desandar mis pasos, cuando lo hice había tres caminos amplios, no supe por cual de ellos llegué, la vegetación era distinta, el pasto era enorme, igual que las flores amarillas de la enredadera, no había escuchado ruido alguno, de la nada apareció un zumbido ensordecedor que cada vez se hacía más intenso, vi acercarse a un insecto del tamaño de un camión, sus alas que vibraban muy rápido, se dirigía directamente hacia mi, estaba indefenso no sabía que hacer, solo el instinto me hizo tratar de darle un manotazo y lo logré, cuando desperté tenía un mosco lleno de sangre entre mi brazo y la palma de la mano.

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