PASIONES
Maricarmen Delfín Delgado
Miles y variados son los seres que habitamos el planeta, los humanos formamos parte de este conglomerado, lo que nos distingue entre tanta vida diversa es la conciencia de existir y con ello poder expresar lo que sentimos, lo que nos mueve como entes pensantes, capaces de reaccionar por voluntad, no mecánicamente, ante los estímulos del entorno, impulsados por sentimientos negativos o positivos llamados pasiones.
El filósofo español Juan Luis Vives, en su obra Tratado del alma, teoriza acerca del término que actualmente conocemos como “la mente”, este libro habla especialmente de las pasiones humanas, las define como “los actos de las facultades otorgadas a nuestra alma por la naturaleza para seguir el bien y evitar el mal”. Son catalogadas como benignas y malignas, las primeras agrupan al amor, al fervor, la misericordia, el deleite y la esperanza; las segundas son el disgusto, el desprecio, la ira, el enojo, la envidia, los celos, la indignación, la venganza, la crueldad, la tristeza y el miedo.
Las pasiones son un ir y venir entre lo que beneficia y lo que daña, el autor las parangona con el movimiento del mar: “… sacuden y zarandean el alma toda y la derriban del trono de la razón y del firme asiento del juicio, constituyendo verdaderas perturbaciones y tumultos invencibles”.
Su raíz etimológica: del latín passio (sufrimiento), relacionado con el griego paskhein (sufrir) y el sustantivo pathos (dolor, sufrimiento, condición, muerte). Algunas definiciones: 1) amor o sentimiento muy fuertes; 2) afición o interés desmedido por algo; 3) deseo intenso. Entonces podríamos pensar que una pasión es algo que se padece, que se sufre como una enfermedad o una herida, situación que provoca malestar y dolor, intensos estados emocionales que provocan una alteración en el ánimo. Expresiones del alma que padece el cuerpo y, obviamente, resulta afectado.
Para Aristóteles la pasión es apetencia, miedo, ira, coraje, envidia, alegría, amor, odio, deseo, celos, compasión, en general, lo que va acompañado de placer o dolor.
El amor, ¡ahh, el amor!, sentimiento que toma de la mano a la pasión, unas veces para beneficiarlo y otras más para atropellarlo, ese amor vehemente que involucra al deseo, un interés particular por algo o por alguien con una relación de afinidad muy fuerte; las pasiones enaltecen la condición humana, nos autodefinen, nos autoidentifican, son convicciones auténticas que requieren de mucha entrega para sentirnos satisfechos, tan poderosas que si no las controlamos ellas nos controlan generando sentimiento de culpa por no satisfacer los deseos de otros.
Para los griegos el amor existía en cuatro formas fundamentales: Eros, Storgé, Philia y Ágape.
Eros representa el amor erótico ya que este dios simboliza el romance, la pasión y la impulsividad, este amor se caracteriza por la atracción física, sexual e instintiva, es lo efímero, es el que se genera al principio de una relación y, bien encaminado, conduce al amor profundo y duradero. Storgé es el amor fraternal, amistoso y comprometido, crece a lo largo del tiempo, leal y protector propio del ámbito familiar y de los amigos, se cultiva a través del tiempo. Philia es el amor desinteresado que se siente por los amigos y por el prójimo, es leal, fraterno y comprometido, se expresa en el compañerismo, la empatía, el respeto, la solidaridad, la compasión, nos alegra y satisface. Ágape es el amor más puro e incondicional que existe, es generoso, nutre, espiritual, profundo, que busca el bienestar y la satisfacción del ser amado, en ocasiones prefiere sacrificarse por la felicidad de la pareja.
No hay cosa más estimulante que compartir nuestra pasión, ya sea en el plano amoroso, emocional o artístico, lleva a la identificación, despierta la empatía, nos reconecta con nuestro interior para compartirlo con otros.