JIM, GRAN EJEMPLO DE FORMACIÓN Y CORRECCIÓN!
¡JOSÉ EL ZAPATERO Y SANDINO, MUESTRA DE AMISTAD, ENSEÑANZA
Y RESPETO!
FERNANDO F. CANCELA
En su casa, Jim tomó a Sandino de la muñeca y salió hecha una furia hacia la calle.
Sandino de tan solo diez años, quedó realmente sorprendido por la actitud de Jim, pero se dejó dirigir, sabía que cuando su mamá actuaba de esa forma, es porque algo pasaba.
Caminaron cuesta arriba y dieron la vuelta en la esquina para dirigirse hacia la casa de José el zapatero.
-¿Que pasa mamá? Pregunto Sandino, pero Jim no podía ni hablar, estaba totalmente cegada y trabada de los maxilares por el coraje.
Cuando Jim llegó a la casa de José el zapatero, José se encontraba sentado en su silla tejida de palma con su mandil de mezclilla puesto clavando el tacón de un choclo con el yunque entre sus piernas.
José era un buen hombre de aproximadamente 30 años, moreno, delgado, como de un metro setenta centímetros de estatura; se peinaba el pelo totalmente envaselinado hacia atrás, mismo que le daba la apariencia de pulcritud y limpieza.
De hecho, aunque el mandil de José el zapatero estaba manchado por el trabajo de su oficio, siempre olía a Wildroot. Era muy educado, caballeroso y de buen carácter.
Cuando José vio a Jim parada en su puerta, le dijo con cariño.
-Hola Jim, en que te puedo servir.
-José perdóname pero hoy no vine a buscarte a ti, sino a tu hermana Sofía, se encuentra ella.
-Si claro Jim, en un momento sale, pero que pasó, te noto un poco ofuscada.
-Solo quiero hablar con ella.
-Ok.
Cuando Sofía salió a la puerta, de la boca de Jim salieron toda clase de maldiciones y malas palabras, serpientes, pitones y víboras prietas, salieron a relucir.
-No tienes poca &%(¡; con lo que acabas de hacer a mi familia, sobre todo a Sandino a quien le di tremenda paliza por lo que me dijiste hace unos días.
Tu asegurabas que mi hijo Sandino había sido quien te había robado la esclava de Oro que perdiste, y sé de buena fuente que la esclava ya apareció y no tuviste el valor civil para ir a mi casa y así como fuiste de rajona a levantar falsos testimonios de mi hijo, decirme que tu esclava ya había aparecido.
Ya ni la ¿¡%&, vieja zorra, chismosa y levanta falsos, pero que sea primera y última vez que vas a mi casa, no te quiero ver parada en mi puerta o que pases por ahí porque ahora a la que daré una tremenda paliza como se la di a Sandino será a ti, ¿me oíste?
Para esto, ya había salido a la puerta media familia de José que quedó sorprendida mirándolos con tremendos ojos por la actitud de Jim.
La casa de José el zapatero, era de una familia compuesta en donde lo mismo vivía la mamá de José el zapatero, que José con su esposa, Sofía con su esposo, su hermano Artemio con su esposa Teresa, y la mayor de las hermanas de José que era una solterona y amargada mujer de nombre Margarita quien colaboraba en el Café Japonés de una de las principales calles de la ciudad, así como los hijos de las tres parejas, quienes vivían en total codependencia y hacinamiento.
Sandino era un niño tranquilo y trabajador quien salía de su casa por las tardes para buscar trabajo por el simple hecho de buscarlo, pues tanto Jim como Octavio, le daban lo necesario para sus estudios, sin embargo, lo mismo iba a las fondas de San Pedro a lavar trastes que a las casas de vecinos para arreglar sus jardines.
Arreglaba precisamente el jardín de Zoila.
Cuando Sandino terminó, la señora Zoila sacó unas monedas de su monedero y se las dio a Sandino quien muy contento, pasó por la casa de José el zapatero y se quedó observando como untaba con sus propios dedos, el Resistol cinco mil en unas suelas.
A Sandino le era totalmente extraño como esa sustancia amarilla, se extendía como una liga que finalmente reventaba para ser aplicada en el Neolite, pero lo que más le agradaba, era ese olor tan distintivo del potente pegamento.
-Pasa Sandino. Le dijo el zapatero.
-Gracias José, ya tengo que llegar a casa, pero me llamó la atención esa sustancia que aplicas y que huele muy bonito.
-Ok Sandino, pero no es bueno oler el Resistol por mucho tiempo porque hace daño a la salud, nunca lo huelas por favor, yo lo tengo que hacer porque es mi trabajo pero sé que si lo huelo más de la cuenta, me puede hacer daño.
-Ok José, seguro seguiré tu consejo, nos vemos pronto.
-Sale Sandino, cuando quieras venir ya sabes que esta es tu casa.
-Muchas gracias José. Luego paso.
A pesar de la diferencia de edades, José el zapatero y Sandino, se convirtieron en buenos amigos. En algunas ocasiones por la tarde Sandino pasaba a visitar a su amigo José el zapatero para platicar y escuchar la música suave y romántica que provenía de su radio.
Todo iba bien hasta ese día en que Sofía salió para reclamar al espantado Sandino que había sido él, quien robó una esclava de Oro de su pertenencia.
-Tú fuiste Sandino.
Eres el único que viniste y entraste a la casa; la esclava de Oro, estaba en mi recámara y aquí nunca se nos pierde nada, por lo que no nos queda duda de que tú la tomaste; ¿dónde la tienes? Ahorita mismo iré a tu casa y te acusaré con tu mamá del robo que acabas de cometer.
-No Sofi por favor no lo hagas, yo no fui lo juro. -Dijo Sandino-.
Yo vine ayer pero no pasé más allá de la sala de tu casa, para nada entre a tu recámara, es más, ni siquiera sé cuál es tu recámara.
-Pues yo no sé, pero tu mamá y tú, me pagarán mi esclava de Oro.
Más tardó Sofía en terminar de hablar que en salir frente a su hermano José el zapatero quien quedó callado ante la situación, y como siempre, el que calla, otorga.
Muy apenado, sin decir nada, el pequeño Sandino salió de la casa de José hecho un mar lágrimas porque sabía perfectamente lo que le esperaba, pero se encontraba muy confundido, ya no sabía que le dolía más, si lo que venía, o el silencio de su amigo José el zapatero.
Camino despacio y triste por la inesperada situación.
Cabizbajo, Sandino entró a su casa entre Sofía y Jim quienes hablaban en la puerta.
Mientras que Sofía, le decía a Jim.
-Mira Jim, Sandino fue ayer a la casa y se perdió de mi recámara una esclava de Oro; decirte que en nuestra casa nunca se pierde nada pero hoy la estuve buscando por todas partes y nunca apareció, pregunté a mi familia y nadie la tomó, y Sandino fue el único que entró; creemos que él la tomó.
-Ok Sofía. Quiero decirte que Sandino nunca ha traído nada a la casa; aquí no ha traído ninguna esclava de Oro que yo sepa, y si lo supiera, créeme que no se lo permitiría pues nosotros gracias a Dios, no cargamos con ese tipo de problemas.
-Pues yo no sé Jim, pero ustedes me la pagan, dile a Octavio que vine y que quiero mi esclava de Oro o el dinero que vale la misma.
-Ok Sofía, hablaré con Octavio y también con Sandino, al rato mismo te damos una respuesta.
Sofía se dio la vuelta sin despedirse, y Jim sin preguntar nada a Sandino, se dirigió a la cochera, tomó un cinturón de Octavio, lo dobló por mitad, y sin decir agua va, comenzó a golpear a Sandino con el cinturón hasta que se le acabaron las fuerzas.
-Ahora me vas a decir Sandino que fue lo que hiciste con esa esclava de Oro.
Sandino llorando por la tremenda cinturoniza, solo atinó a decir con lágrimas de dolor en sus ojos.
-Yo no fui mamá, yo no tomé nada; no sé de qué habla Sofía.
-No mientas, Sofía te acusó con toda seguridad. Tú la tomaste y me vas a decir en donde la pusiste.
Jim tomó entonces el cinturón con su mano derecha, y volvió a pegar a Sandino mientras decía.
-En donde está, me vas a decir todo, habla de una vez, en mi casa yo no quiero delincuentes. ¿Dónde está hijo de la &%$&?
-Mamá, ya no me pegues, -le dijo Sandino-, mientras agregaba, me duele mucho y yo no lo hice, yo no tomé nada lo juro.
-Ok. Ahorita que venga tu papá te arreglarás con él.
Sandino sollozando adolorido, esperaba a su papá con ansiedad.
El reloj en la pared al ritmo de Tic-Tac, Tic-Tac, lo torturaba, mientras que las horas pasaban lentamente en la cochera hasta que la tarde se fue oscureciendo.
Cuando Octavio introdujo la llave en la puerta, Jim ya lo estaba esperando en la sala de su casa.
Octavio quedó viéndola con asombro y le dijo.
-Que pasa Jim, te veo molesta y preocupada.
Jim en vez de histérica se puso histórica.
-Mira Octavio, para comenzar, quiero decirte que lo que pasa en esta casa, tú tienes la culpa porque casi no estás aquí; sales de trabajar y en vez de venir a comer a la casa, lo primero que haces es pasar a comer a la casa de tu mamá y ya vienes llegando en la noche, es decir, te vas de noche y llegas en la noche y ni tus hijos ni yo te vemos salvo los fines de semana.
Sandino no va bien en la escuela, se orina en la cama y todo el tiempo anda en la calle.
Por otra parte, decirte que Sandino armó un tremendo San Quintín, fue ayer a la casa de José el zapatero y vino Sofía a reclamar muy enojada que Sandino le había robado una esclava de Oro. La mujer estaba furiosa, casi ni podía hablar, el caso es que me dijo que, o le llevábamos su esclava de Oro que le robó Sandino, o el equivalente de la esclava de Oro.
-Pero, ¿cómo está eso? ¿Cuánto cuesta la esclava de Oro? ¿En dónde está Sandino? Sandino, ven para acá. Gritó Octavio.
Sandino apareció espantado ante su padre pero más tranquilo por la golpiza que Jim le propinara pues sus hermanas Mónica, Esther, Paty y Perla, quienes habían sido testigas del suceso, creyeron en él y lo estuvieron reanimando.
Fue entonces cuando Octavio comenzó su sermón.
-Mira nada más cómo estás de sucio. ¿Qué pasó contigo? Porque vino a decir Sofía que le robaste su esclava de Oro ¿Es cierto eso?
-No papá, -le dijo Sandino-, ya le dije a mamá que yo no sé de qué habla Sofía, yo fui a su casa pero no pasé de la sala y ella dice que la esclava de Oro se la robaron de su recámara y yo ni siquiera sé, cuál es su recámara, ya vez que esa casa es grande y vive mucha gente ahí.
Entonces Octavio se dirigió a Jim.
-Bueno Jim, entonces tú debes escuchar a tu hijo, si él dice que no entro a la recamara de Sofía, entonces no pudo haber sido él, pero para parar este asunto, yo mismo iré a hablar con ella y, cómo es posible que no quiten el dedo del renglón y hasta nos puedan denunciar, en la quincena yo pagaré la esclava que supuestamente robó Sandino.
Cuando Octavio salió por la puerta, estaba totalmente oscuro, pero más tardó en salir, que en llegar nuevamente a su casa. Muy enojado por el suceso, se sirvió una taza de café, se sentó en un sillón, encendió un cigarro y entonces habló con Sandino a quien castigó con una semana sin salir de casa.
-Solo podrás salir para ir a la escuela primaria, que por cierto, mañana iré a ver a tu Maestro Miguel para saber cómo vas. Si me entero que saliste de casa, -dijo Octavio-, entonces te las veras conmigo, ¿me oíste?
-Si papá.
Sandino obedeció al pie de la letra a Octavio, sin embargo, a los dos días de aquel suceso, Jim se encontró con Teresa la esposa del hermano de José el zapatero y entonces Teresa saludó a Jim y le dijo sin saber.
-Hola Jim, ¿cómo estás?
-Pues ya mejor Tere, pues ya sabes con la pena.
-Jim, ¿acaso no sabes que la esclava de Sofía apareció? ¿Qué ella no te dijo nada al respecto?
-No, para nada. Que poca %$#/”=.
-Bueno Jim, entonces por favor te pido que no digas que yo te dije sino me irá como en feria, se me arma tremenda bronca que para que te cuento, tanto con Sofía como con Artemio. La verdad yo te dije porque pensé que Sofía ya te había dicho algo, sino mejor ni hablo.
-No te preocupes Tere, no diré que tú me dijiste, para nada, pero lo siento mucho por ti y por tu familia pero esta desgraciada, ahorita me va a oír.
Ese medio día, Jim llegó a casa, tomó a Sandino por la muñeca después de que había llegado del colegio, y se dirigió hacia la casa de José el zapatero.
Para Sandino, a pesar de los resultados del acontecimiento, ese día fue uno de los más felices de su vida, pues con la regañisa que Jim propinó a Sofía, el quedaba completamente absuelto del supuesto robo de la famosa esclava de Oro.
“Que cosas tiene la vida Mariana”, dice Alberto Cortez en su canción, lo único que se pudo rescatar de todo ese desastre que causó Sofía, fue la amistad entre José el zapatero y Sandino, pues a pesar de que Sandino nunca fue culpable de nada, la familia de José jamás volvieron a hablar a Sandino, situación que Sandino agradeció profundamente, pues no valía la pena tener amistades como aquellas que reparten culpas para todos lados, sin saber que los únicos culpables de sus problemas, son ellos mismos.
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