Pienso, Luego Escribo

NO FALTA EL DINERO. SOBRAN LOS LADRONES

Por Akiles Boy*

En qué etapa de la historia de México la corrupción empezó a normalizarse, cuándo se generalizó y se volvió un requisito en la vida pública y privada, hasta convertirse en un elemento sustancial de la cultura nacional. Son cuestionamientos con respuestas diversas.  Sabemos que la corrupción es un fenómeno mundial, como una pandemia, pero existen diferencias en su nivel de gravedad y las formas para su contención o combate. Lo contundente es, que en el ranking de los países más corruptos, aparecen con las peores calificaciones, naciones subdesarrolladas y algunas emergentes.

De acuerdo con el estudio de Transparencia Internacional en su edición 2020, Venezuela y Nicaragua, seguidos por Guatemala, Paraguay y República Dominicana, son los países más corruptos de América Latina, mientras que Uruguay y Chile, son los que presentan las mejores posiciones en cuanto a transparencia. Más atrás se encuentran Costa Rica, Cuba, Argentina, Ecuador, Colombia, Brasil y Perú. México es uno de los peor posicionados, igual que Bolivia, se ubican en el sitio 124 de 180 que considera la estadística de la corrupción.

Dejamos este desalentador cuadro referencial y paso a otra historia más local. En 1964 se estrena en México, en el Primer Concurso de Cine Experimental, la película “En este Pueblo no hay Ladrones” con un guion realizado con la adaptación del cuento del colombiano Gabriel García Márquez, y bajo la dirección de Alberto Isaac. La trascendencia del filme se debió más a su reparto que a la consistencia del argumento.

Resulta que Dámaso, el protagonista, un vago sin oficio y mantenido por su esposa que espera un hijo, entra a robar al billar del pequeño pueblo y sustrae tres bolas, lo único que encuentra. Ana su mujer, se da cuenta del hecho, él le confiesa la verdad y deciden ocultarla junto con el objeto del delito. La policía indaga y culpa a un forastero del robo y determina procesarlo. Sin embargo, la pareja se arrepiente y Dámaso regresa al billar para devolver las bolas. Estando en el lugar, es sorprendido por Don Roque el propietario, quien captura al ladrón, y además de sumarle la acusación por el hurto de 200 pesos, desaparecidos el día del atraco, termina por entregarlo a la Alcaldía.

La cinta, que obtuvo el segundo lugar en el concurso, fue protagonizada por los actores Ana Sagaón y Julián Pastor. Pero su principal atractivo lo significó la participación de intelectuales y escritores del México de esos tiempos, no solo en su manufactura, sino como actores y extras en su desarrollo. Algunos ya reconocidos y otros que vieron ensanchar su fama posteriormente. En los créditos se ven: Luis Buñuel, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Calos Monsiváis, José Luis Cuevas, Leonora Carrington y Arturo Ripstein, entre otros.

En esos años sesentas del siglo pasado, la corrupción en este País ya se percibía, pero quizá no era tan profunda, sentida, consentida y visible como actualmente. No se atendieron sus causas y tampoco se establecieron mecanismos eficaces de control y combate. Caímos pasivamente en la indiferencia y la simulación, no avizoramos ni calculamos los riesgos y daños. El resultado fue que los actos de corrupción se multiplicaron y se perfeccionaron, arrastrándonos a una descomposición social atroz y sin precedente en la historia. La estrategia de culpar y sancionar es insuficiente pero sirve como ejercicio y lección para la sociedad. Pero lo verdaderamente importante, es atajarla y aminorar sus efectos, atacando sus raíces, desmontando las redes de corrupción enquistadas en los sectores sociales y con la aplicación irrestricta de la Ley. Con eso se cierra el paso a la impunidad y aumenta la confianza en la justicia. Eso, estimados lectores no es un sueño imposible, otros pueblos lo han logrado y viven en amplia armonía y paz. Hasta la próxima.   

Junio 26 de 2021

*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.

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