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EL NÚCLEO DURO, EL MITO Y LA COSMOVISIÓN DE ALFREDO LÓPEZ AUSTIN

Por María del Carmen Delfín Delgado

México ha perdido a uno de los más grandes estudiosos del mundo prehispánico y del indigenismo actual, el pasado 15 de octubre falleció el historiador Alfredo López Austin, reconocido como uno de los más grandes conocedores del pasado mesoamericano, sus extraordinarias investigaciones, libros y artículos, así como sus cátedras, son un valioso tesoro para la historia y la antropología.

Quienes lo conocieron afirman que era un hombre de gran prudencia y sencillez, características del hombre sabio como él fue, y lo constatamos personalmente. Formador de múltiples generaciones de antropólogos e historiadores fue un ejemplo a seguir por su personalidad, humano, altruista y dedicado siempre a las buenas causas.

Oriundo de Ciudad Juárez, Chihuahua, con licenciaturas en Derecho por la UANL y la UNAM, licenciatura en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, con maestría y doctorado en Historia en la misma universidad; investigador en el Instituto de Investigaciones Históricas y en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Desde su primera tesis, La Constitución Real de México Tenochtitlan, ya marcaba una diferencia en los conceptos antes acuñados, la tesina sobre la obra de Fray Bernardino de Sahagún, la tesis Hombre-dios. Religión y política en el mundo náhuatl y la tesis Cuerpo humano e ideología: Las concepciones de los antiguos nahuas, son un fiel reflejo de su amor y dedicación al mundo y la cosmovisión indígena, vistos desde su propia concepción tanto en los tiempos históricos como en la realidad indígena, lo que resultó en el término “núcleo duro”, acuñado por él, al mismo tiempo redefiniendo los conceptos de mito y cosmovisión.

Para el doctor López Austin, el núcleo duro es el conjunto de elementos de una cosmovisión que poseen una gran resistencia al cambio histórico que estructuran y dan sentido al resto de la cosmovisión, es decir, sus esquemas tardan mucho tiempo en cambiar y transformarse, y si lo hacen, es en un lapso muy lento; el núcleo duro se encarga de adaptar y dar forma a nuevos elementos para incorporarlos a dicha cosmovisión.

De igual manera, para él, el mito mesoamericano se entiende como un hecho social e histórico que ha resistido la larga duración, son la serie de historias y relatos que explican el origen, la naturaleza y las características de los seres que habitan el mundo, atribuidos a los seres divinos; el mito se compone de dos núcleos: la narración y la creencia. Esta definición difiere de las planteadas otros autores estudiosos de la materia.

Uno de los pilares de su investigación y obra es la cosmovisión, la conceptualizó como “el conjunto de doctrinas relacionadas entre sí en forma relativamente potente, con el que un individuo, un grupo social o una comunidad en un momento histórico, pretende crear una nueva perspectiva de cómo es el universo” (Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas). Para él, la cosmovisión pertenece al mundo cultural y a los procesos históricos que tardan muchos siglos en transcurrir.

Sus investigaciones siempre desde una perspectiva humana, sobre todo aquellas dedicadas a la mitología y la cosmovisión, apoyadas en las disciplinas en las cuales era un experto como la historia y la arqueología, donde aprovechaba su amplio conocimiento en el pensamiento indígena pasado y actual, a través de las crónicas y los códices que eran su pasión.

Con 24 obras publicadas de su autoría y 8 como coordinador y editor, y 21 distinciones y premios, será recordado como uno de los pilares de la historia mesoamericana de nuestro país.

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