Andrés Manuel, la traición a la patria que estás cometiendo no va a prosperar, pero nunca se nos va a olvidar.
Séptima carta pública al presidente:
Han pasado más de dos años desde que escribí la primera carta. No esperaba que dieras una respuesta, pero sí desee, por el bien del país, que hicieras un cambio en tu gobierno. No sucedió ninguna de las dos cosas.
Por el contrario, tus arrebatos te llevan, otra vez, a intentar quebrar el Estado de derecho. Tu afán por militarizar la seguridad, para ocultar el fracaso de tu estrategia, te llevó al absurdo de querer, por decreto, violar la Constitución. No te lo vamos a permitir.
Aunque a estas alturas parezca ocioso seguir hablándote de visión de grandeza, de diálogo, de respeto, de construir a partir de consensos, de construir un cambio en serio, lo seguiré haciendo porque es lo correcto, lo responsable y lo que el país necesita.
Es evidente que tú y la oposición que moldeaste a conveniencia están empeñados en la confrontación, en la división, en la lucha del poder por el poder. Están obstinados en seguir por ese camino que te fortalece, que a ellos empequeñece todavía más y que está provocando un terrible daño a México.
A pesar de todo, sigo escribiendo, te sigo escribiendo, porque se tiene que decir la verdad, se tiene que trabajar por la verdad, denunciarte, contenerte, impedir que sigas apuntalando a ese viejo régimen que en otro tiempo juraste combatir. La contradicción se volvió parte de ti.
Entre seguir siendo líder social o convertirte en presidente, te decidiste por los aplausos de plaza, por los números de las encuestas, por las voces que te adulan al oído y por esa sensación de grandeza que siente quien tiene el micrófono en las manos. Habría esperado que el camino andado, las vicisitudes enfrentadas, los eternos recorridos por el país, hubieran llevado a la presidencia a un hombre sabio, no a uno con tantos desencuentros y rencores.
Te afanaste en ser popular y no el líder que necesita el país, solo espero seas consciente de que esa popularidad está costando demasiado y que quien está pagando son las y los mexicanos.
Sé que tienes una animadversión hacia la ciencia, a la academia, al pensamiento, pero hoy más que nunca se vuelve necesario regresar al conocimiento. Te recomiendo leer a David Owen, uno de muchos autores que han trabajado el concepto de la hybris, la enfermedad del poder, para explicar la sinrazón con que actúan algunos gobernantes.
Owen dice que la enfermedad tiene estos síntomas: narcisismo, frivolidad, vanidad, grandilocuencia, absolutismo, autoelogio, pedantería, omnipotencia, megalomanía, arrogancia, impulsividad, aislamiento, obstinación, incompetencia. Basta escucharte en una mañanera para darse cuenta que tienes todos, que la hybris se apoderó de ti y acabó con el personaje que construiste cuando eras candidato.
Sentado en la cúspide del poder te niegas a escuchar razones, te amparas en la fe ciega de la gente que aún cree en ti, pero olvidas que la historia emitirá su juicio y estoy seguro que no será benevolente.
En la cuarta carta te advertí que lo que estabas haciendo con la justicia era un acto de traición a la patria, que la embestida contra el Poder judicial que estabas realizando, en complicidad con el presidente de la Suprema Corte de Justicia, era un acto de traición.
Ahora, con la amenaza de entregar, por decreto, la Guardia Nacional a la Sedena, contraviniendo lo establecido en la Constitución cometes una nueva traición. Te traicionas a ti mismo, porque haces lo contrario a lo que prometiste durante años de campaña, porque haces lo que intentaron dos presidentes antes que tú y porque cuando ellos lo intentaron fuiste un férreo opositor.
Traicionaste el voto de confianza que te dimos cuando en el Congreso aprobamos la Guardia Nacional, traicionaste tu promesa de regresar al ejército a los cuarteles, traicionaste la promesa de cambiar la estrategia de seguridad, traicionaste tu promesa de pacificar al país, traicionaste la expectativa de cambio que provocaste en millones de personas, pero hoy cruzaste todos los límites, traicionaste el juramento presidencial de hacer cumplir la Constitución.
Te autonombraste juarista por la admiración que tenías por el pensamiento y obra de Juárez, lo invocas a la menor oportunidad, lo pones como ejemplo, lamentablemente te empeñas en actuar como él jamás lo habría hecho. Juárez dijo que la ley era su espada y su escudo, para ti es un estorbo.
Juárez sostuvo que no se podía gobernar a base de los “impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes”, mientras tú exclamaste, con prepotencia, irresponsabilidad y soberbia, “no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”.
Juárez insistió en que “el primer gobernante de una sociedad no debe tener más bandera que la ley”, en que su deber era “hacer cumplir la ley no sólo con medidas del resorte de la autoridad, sino con el ejemplo”, y que aquellos que no pueden soportar el yugo suave de la ley, se empeñan en destruir el sistema federativo, sustituyéndolo con el poder absoluto.
Por esto y más, Juárez fue un gigante, mientras que tú sigues administrando la decadencia del sistema; en lugar de transformarlo y relanzar al país con una visión de grandeza, te convertiste en paladín del viejo régimen.
Mientras que de la hybris tienes todo, de Juárez no te quedó nada.
Los lamentables acontecimientos de violencia sucedidos en diferentes estados del país en días recientes, son el claro ejemplo de que la estrategia elegida es incorrecta. Que la violencia se haya dirigido a tiendas Oxxo, farmacias y otros comercios es consecuencia de no advertir el peso de las palabras, ataques y descalificaciones que de manera irresponsable has hecho durante tanto tiempo.
Tu traición es en vano porque la crisis de seguridad no se va a resolver rompiendo el orden constitucional. El fracaso de tu estrategia no se va a ocultar violando la Constitución. El incremento de la inseguridad y de la violencia no se va a detener militarizando, aún más, la seguridad pública. Has tenido cuatro años para brindar los resultados prometidos, no has cumplido y estás lejos de hacerlo.
Sin importar que en el discurso intentes crear culpables, trasladar la responsabilidad a otros y evadir la tuya, estamos en este lugar por las decisiones que tomaste, porque le has dado más relevancia a inaugurar cuarteles que a construir una verdadera política de seguridad pública. No has apoyado a las policías estatales y municipales, que requieren depuración, capacitación y recursos suficientes para garantizar la seguridad pública en el país.
El decreto con el que amenazas es un distractor más, un intento desesperado para deslindarte de las consecuencias de tus malas decisiones y el fracaso de tu estrategia, porque las crisis no se resuelven por decreto, los errores no se corrigen por decreto, tu responsabilidad en la crisis de seguridad no desaparecerá por decreto. Esta vez tus errores no te costaron elecciones, están costando vidas.
Andrés Manuel, traicionaste tu promesa de no militarizar la seguridad, traicionaste tu juramento de defender la Constitución y no es cosa menor porque cuando traicionas tu juramento, traicionas a la nación, traicionas nuestra historia, traicionas los principios democráticos y de justicia sobre los que se construyó este país, traicionas la confianza, la fe que algunos todavía te tienen, traicionas a la ciudadanía, traicionas la esperanza.
¿Sabes qué otra frase se le atribuye a Juárez? “Malditos aquellos que con palabras defienden al pueblo y con sus hechos lo traicionan”.
Andrés Manuel, la traición a la patria que estás cometiendo no va a prosperar, pero nunca se nos va a olvidar.