ANTE LA DESGRACIA, PRIMERO LA CARIDAD
Pbro. Juan Beristain de los Santos
La solidaridad contribuye mucho a la vida social de nuestra patria porque ayuda a salir a los demás de las situaciones de pobreza, confusión, egoísmo y exclusión del desarrollo integral para muchos. La solidaridad contiene y sostiene una carga de convicciones éticas que siempre, si se actúa hacia los
necesitados sin engaño y dolo, favorece el desarrollo de todos y para todos. Los grandes destrozos, daños y pérdidas humanas que ha ocasionado el huracán Otis están llamando a nuestras conciencias éticas, para ser solidarios con los que se encuentran desamparados y desfavorecidos en el Estado
mexicano de Guerrero.
Ante la invitación y la llamada a la solidaridad que están clamando los mexicanos del Estado de Guerrero, aparece la amenaza constante del manto negro de la indiferencia, la desinformación y la impotencia que se extiende sobre todos los que estamos invitados a remediar la tragedia de nuestros
conciudadanos guerrerenses. Este tiempo de sufrimiento de muchas personas es una excelente ocasión para mostrar la grandeza, inteligencia y dignidad de cada uno de nosotros, para ayudar sin esperar nada a cambio.
Los obispos mexicanos, en el documento episcopal Del Encuentro de Cristo a la Solidaridad con Todos, nos hacen el llamado a todos los creyentes a comprometernos para crear las condiciones para poner en pie a los que están hoy en una desgracia: “Pastores y fieles debemos empeñarnos todos por igual,
cada uno en su campo, para crear condiciones que permitan la liberación de quienes han sido marginados, olvidados y excluidos del desarrollo” (Número 309). Cristo, el Buen Samaritano, nos puede dar la gracia para demostrar la caridad y solidaridad a los demás con hechos concretos sin palabras vanas.