Por Akiles Boy *
Los que habitamos y vivimos en este planeta, los humanos, los de inteligencia superior, los que por obra y gracia divina, nos tocó estar en este cierre de la segunda década del siglo XXI, observamos un mundo enfermo, pero que igual nos pasa a cada uno, no lo aceptamos, no lo reconocemos y menos nos atendemos, solo reaccionamos cuando hay un estallido o una crisis. La evolución llegó más rápido en algunas naciones y regiones, en otras simplemente se tardaron los tiempos de los transformaciones o nunca llegaron los cambios.
Por esas razones, la dramática desigualdad mundial. Ahora en el escaparate de la globalización, se ven con claridad las zonas más atrasadas y pauperizadas. Más allá de ideologías y modelos de desarrollo, hay otras implicaciones que tienen que ver con la condición humana. El egoísmo, la soberbia, la envidia, la avaricia, que apartadas de la religión, son debilidades o defectos visibles en la realidad.
El caos y desastre existente en muchas partes del mundo, muestra la terrible capacidad de destrucción de los seres humanos. Su fatalista actividad depredadora, sin límites morales, éticos o jurídicos. La ofensiva contra la tierra y el medio ambiente han dejado daños incalculables e irreversibles. El legado para las generaciones que nos sucederán, es cada vez menor. Se cuentas miles de especies desaparecidas, y muchas más en peligro de extinción. Sin acciones preventivas y de remediación pronto vendrá el colapso y las medidas extremas para la sobrevivencia.
Sin ser agoreros del cataclismo, el pronóstico para nuestro noble planeta no es favorable. Pueblos, gobernantes y líderes siguen en la infame tarea de acumular poder y riqueza a costa de lo que sea, incluyendo la destrucción o exterminio de habitantes y de los ecosistemas naturales. Mientras en algunas regiones, emergen con mayor fuerza, la pobreza, la marginación, el hambre, la contaminación, la escasez de alimentos, la falta de trabajo, la inseguridad, la violencia, la migración por motivos de sobrevivencia, además de otros factores que ponen en riesgo la convivencia pacífica de la humanidad.
Está comprobado nuestro paso efímero por este mundo. Naciones y civilizaciones poderosas se han derrumbado. Líderes y gobernantes tiranos ambiciosos, perversos, dementes, han muerto con el estigma del odio universal, acusados de genocidio y crímenes de lesa humanidad. La historia amigos, coloca a cada uno en su justo sitio, y el juicio popular es implacable. Al final, con actos de agresión, con represión, con la guerra, incluida la comercial, nadie gana, pierde el planeta y perdemos todos. Hasta la próxima.
Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.