ENTREN SANTOS PEREGRINOS
Hablemos de las posadas, esa una serie de fiestas populares que representan el trayecto de la virgen María y san José para llegar a Belén, estas celebraciones se llevan a cabo del 16 al 24 de diciembre.
Por iniciativa del fraile agustino Diego de Soria esta representación se realizó por primera vez en el poblado de San Agustín Acolman, al norte del Distrito Federal. Se hacían en los atrios de las iglesias, junto con las misas y las pastorelas (representaciones de escenas navideñas); al terminar la misa se hacían festejos con luces de bengala, piñatas y cantos navideños o villancicos. A partir del siglo XVIII además de celebrarse en las iglesias, tomó fuerza en los barrios y en las casas sustituyendo la música religiosa por los cantos populares.
Recordemos que en el México prehispánico celebraban el advenimiento de Huitzilopochtli (Dios de la guerra) durante la época invernal o Panquetzaliztli, que comprendía los días del 17 al 26 de diciembre y coincide con la época de celebración europea de la Navidad.
Xalapa es una ciudad de tradiciones, entre ellas las posadas, que se han celebrado sin interrupción durante muchos años, recuerdo asistir puntualmente a cada una de ellas en la iglesia de San José, era una verdadera fiesta cada noche después de la misa de las siete , el sacristán cerraba las enormes puertas de madera labrada quedando en el interior una nutrida concurrencia, afuera otro bloque de feligreses, en su mayoría niños, cantaban los tradicionales versos para “pedir posada” y entrar para completar la ceremonia cargando las enormes representaciones en yeso de la virgen María, san José y los arcángeles. A todos nos repartían pequeñas velas y hojas impresas con los versos que nos tocaba entonar para contestar a los “santos peregrinos”.
Ya culminada la celebración, nos formábamos para salir sin antes recibir nuestro “envuelto”, que ahora le llaman “aguinaldos”, que consistía en una dotación de cacahuates bien tostados, galletas de animalitos o de copete de glas colorido y endurecido, dulces de anís, de menta, o “Tehuanos” y tejocotes, entre otras golosinas empacadas en pequeñas bolsas de papel de estraza. Para poder cumplir con la entrega durante los ocho días de posadas, los benefactores de la comunidad eclesiástica aportaban este regalo; recuerdo a mi abuela materna preocuparse por donar lo mejor para esta celebración.
La iglesia de San José es un ícono de la ciudad, construida en 1535, da nombre a este antiguo y tradicional barrio, lugar de entrañables vivencias donde nací, fui bautizada en esta iglesia, y en él viví hasta hace algunos años. En mi infancia cada tarde acompañaba a mi bisabuela o a mi abuela a la misa de las seis, donde admiraba su arquitectura, su capilla, el bautisterio y su hermoso altar.
Otra tradición celebrada con mucha algarabía era “acostar” al Niño Dios o Niño Jesús, se seleccionaba a una persona para ser la madrina y acompañar al miembro de la familia que era propietario del santo infante en la ceremonia que consistía en pasearlo por las calles cercanas, iniciando las mencionadas y tras ellas formados los invitados portando una velita encendida y entonando el canto tradicional. El 24 de diciembre se “acuesta” para “levantarse” el 2 de febrero, pero antes debe vestirse con un atuendo especial para culminar esta celebración.
En mi familia era una verdadera fiesta este acontecimiento, yo tenía tres años de edad y mi comadrita, la madrina del niño, cuatro; mi madre y mi abuelita la organizaban con piñatas, ponche, bocadillos, galletas y rompope. Montaban el nacimiento que abarcaba gran espacio de la enorme sala, sin faltar el pino navideño que en aquellos tiempos era de plástico, con focos coloridos y esferas de cristal, ahí cantábamos y besábamos al Niño Jesús. ¡Felices fiestas navideñas!