Nora Guerrero
Flor de durazno
Las Flores es el tema de este espacio de comunicación entre usted y yo, estimados lector-lectora. Hemos visto pasar por aquí historias de familias que cultivan plantas y flores ya sea por la belleza de ellas, por el verdor de las plantas, por el oxígeno que provocan por la salud que nos procuran y, a veces, porque es una virtud heredada de nuestros ancestros. Pues hoy quiero platicarle de una de mis flores preferidas: la flor de durazno. Ya sea por su color rosa muy tenue que va subiendo el tono al paso de los días, ya sea porque nacen en vara a lo largo de tallos muy cortos o porque, tras la caída de ellas, surge el fruto: el exquisito durazno, sin duda, uno de mis preferidos.
Este fruto de piel aterciopelada es de origen chino y su cultivo tiene miles de años. Su nombre botánico es Prunus persica, su estatura promedio es de 3 a 5 metros y se estima que su vida productiva es de 15 a 20 años. En nuestros lares es considerado como fruto de agosto, sin embargo, en otras latitudes los durazneros comienzan a florecer a finales de invierno o en los albores de la primavera, creando extensos campos de cultivo de extraordinaria belleza. Así surgieron festivales de Flores de Durazno que atraen a visitantes para disfrutar el espectáculo de color rosa. Tan sólo el distrito de Khorgos de Xinjiang, recibe a más de medio millón de turistas de diferentes países durante las dos semanas que aproximadamente dura la floración, provocando importantes derramas económicas. Otro atractivo que ha atraído el interés de propios y extraños es la miel de los duraznos que se dan en el distrito de Fenghua. En México también se produce durazno, aproximadamente 165 toneladas al año.
Sus flores, hermafroditas, dan una sola flor por yema y un sólo fruto por flor. Estas son de cinco pétalos y propicias para hacer cruzamientos. El durazno no sólo es sabroso al natural, con él puede hacerse dulces, mermeladas, en almíbar y postres y para disfrutarlo fuera de su temporada, se puede hacer en conserva. También tiene usos medicinales, pues se le adjudica ser auxiliar en el tratamiento de afecciones pulmonares y réumas. Es digestivo, diurético y laxante. Ayuda en el fortalecimiento óseo, sistema nervioso, en la digestión, controla el azúcar en sangre y el colesterol. Ayuda a fortalecer dientes, huesos y el sistema inmunológico. Y las flores de durazno, además de bellas, poseen propiedades diuréticas.
Pensando que usted deseara sembrar en su jardín, patio e inclusive en el arriate de su banqueta, es conveniente considerar que el suelo esté drenado y no excedido de agua. La tierra deberá estar suelta y a una profundidad de 80 centímetros. Adquiera su planta en un vivero y siga las recomendaciones que ahí le hagan. Le sugiero esto de sembrar un durazno u otro árbol que le apetezca, porque hasta hace unos 30 ó 40 años esta era una sana costumbre que tenían las familias. Costumbre que se fue perdiendo y cuyos estragos sufrimos diariamente.
Como sabe, los árboles son fuente inagotable de salud tanto para las personas como para la fauna doméstica; atraen a las aves y con ellas sus cantos y gorjeos y lo que es más: preservan el equilibrio climático. Aunque creamos que “una golondrina no hace verano”, la suma de pequeñas acciones con grandes voluntades pueden ayudar a la naturaleza a dar un gran viraje y volver al equilibrio ambiental. Para animarme, siempre pienso en aquel colibrí de la fábula de la que hace poco le platiqué. Tal vez, y sólo tal vez, la madre natura se conmueva y nos dé otra oportunidad. Tengamos fe…¡y acción! Le abrazo. xalapaflorida@hotmail.com